SOR INÉS DE SAN PABLO

Fundadora de la primera Esclavitud Mariana

(Por Fray Enrique Gutiérrez, OFM)

 

PRESENTACIÓN

La referencia expresa de Juan Pablo II en su discurso mariano en Zaragoza (8-11-82) a esa forma de devoción que se llama Esclavitud mariana, junto con el valor intrínseco de la devoción, ha sido un impulso más para ordenar estos apuntes a cerca de Sor Inés de San Pablo y de la primera Cofradía de Esclavitud Mariana que ella estableció en su convento de Alcalá de Henares en el siglo XVI.

Si la devoción de la esclavitud mariana “justifica nuestra actitud de esclavos de María por singular relación con ella tiene con respecto a Cristo”, siempre será una forma válida de santificación.

Enseña la teología mariana que la devoción a María en el plan salvífico querido por Dios es necesaria para conseguir la salvación y de modo peculiar, para alcanzar la santidad.

Lo comprendió y lo llevó a la práctica la venerable religiosa Sor Inés de San Pablo que, alimentada con la enjundia de la espiritualidad de su propia Orden, vivió generosamente esta devoción y ardió en deseos de que se practicara no solo individualmente, sino comunitariamente: en hermandad. Es su mérito personal.

Fray Juan de los Ángeles ha escrito de la sierva de Dios que “tuvo un vehemente impulso dentro de su corazón que la llevaba, como con fuerza de rapto, que la llevaba a hacer una Cofradía y Hermandad de las religiosas de dicho convento y otras personas recogidas y de espíritu” (Libro de la Cofradía, f,5v).

Indicado el motivo de ordenar estos apuntes, cierro de líneas de la presentación con unas palabras de San Ildefonso de Toledo que citó Juan Pablo II en el discurso mencionado:” Por eso soy yo tu esclavo, porque mi Señor es tu Hijo. Por eso tú eres mi Señora, porque tú eres la esclava de mi Señor. Por eso soy yo el esclavo de la esclava de mi Señor, porque tú has sido hecha la Madre de mi Hacedor.” (Mensaje de Juan Pablo II a España p. 178,4)

                                             

1

INFANCIA DE LA SIERVA DE DIOS

 

Fuentelencina (Guadalajara) con rango de villa fue la cuna de Inés de San Pablo. Es población pequeña. Asomada al oeste a un barranco no profundo con corteza de lastra y parcelas labradas, al sur se extiende una extensa llanada de labrantío y extensiones de terreno sombreado de encinares. Sus habitantes, labradores de profesión, cultivan sus campos con ribazos de salvias y espliegos.    

En la plaza porticada se levanta en uno de sus lados el edificio armonioso del Ayuntamiento con tres flamantes escudos sobre la puerta: uno de ellos el de la Villa con expresivo lenguaje heráldico: una fuente, una encina y en el cuartel inferior un león lenguado de rojo, como aparece claro en los escudos pintados. En el centro de la plaza el emblema de una hermosa fuente: Fuentelencina. El cuadrado del suelo, empedrado de guijarros con mucho gusto. Afán del señor alcalde, don Francisco Sánchez Plaza.

Tuvo la villa muralla defensiva, hoy totalmente derrumbada fuera de algún resto que se yergue altanero y aún desafía la furia de los tiempos: tal la vetusta puerta de la muralla conocida por la Mora Encantada. La leyenda está diciendo en defensa de quién se construyó. Reconquistada la fortaleza para el cristianismo, cambió por completo el ambiente religioso.

La iglesia parroquial con esbelta torre que domina majestuosa la población, está dedicada a la Asunción de la Virgen. Iglesia del siglo XVI. Retablo plateresco con varios paneles.

Haciendo corte a la parroquia, las ermitas diseminadas por los alrededores: San Agustín, San Bartolomé, San Valentín y, más cerca de la población, la Soledad. También existió la iglesia de las monjas, convento de Concepcionistas Franciscanas fundado en 1602. Las monjas se agregaron en 1804, pocas entonces, a las del convento de Pastrana. Hoy, sólo se conserva la Soledad. Las otras son ruinas o solares. Como punto de referencia para localizar Fuentelencina, Pastrana, a unos, 12 kilómetros al NO.

En este marco geográfico y en un ambiente de rancia raíz cristiana vino al mundo Inés de San Pablo. Ambiente religioso que tiene las mismas características del reinante en la España del siglo XVI, siglo en el que el pueblo entendía y gozaba con los Autos sacramentales. La feligresía de Fuentelencina en el espacio de 17 años (1573-1590) ofreció al convento de Concepcionistas Franciscanas de Alcalá de Henares seis virtuosas doncellas: tres hogares que dieron cada uno dos de sus hijas, que consagraron al Señor y a la Virgen Inmaculada su virginidad.

A las fiestas patronales de le Asunción, siguen en solemnidad las de San Agustín (28 de agosto). Los festejos que en plan de romería celebraba el pueblo en la ermita del Santo, al haberse derrumbado la ermita, se han trasladado a la parroquia, y se celebran con el mismo ceremonial de tiempos pasados. Estas costumbres que perviven, dan idea de lo que vivió Inés de San Pablo en los años de su infancia.

FICHA GENEALÓGICA

La ficha genealógica se puede recomponer.

La partida de la vestición de hábito, el 7 de octubre de 1575 en el convento de Alcalá de Henares, atestigua que es hija de “Juan de Soria, vecino de Fuentelencina”, sin más datos de los padres. Fray Juan de los     Ángeles escribía en 1608 que se recogió en el convento “desde su más tierna edad, apenas 10 años”. (Libro de la Cofradía, f. 5v)

En el libro II de bautizados de la parroquia de Fuentelencina, se registran las partidas de cuatro hijos de Juan de Soria y de María su mujer, a distancia de tres años entre cada uno de los hijos. La primera de nombre María, fue bautizada el 19 de diciembre de 1557; el segundo de nombre Hernando, el 23 de octubre de 1560; el tercero, otro hijo, cuyo nombre resulta indescifrable por el deterioro del margen del folio y desgaste de la tinta, el 25 de abril de 1563, y la cuarta es una hija, que lleva el nombre de Lucia, el 31 de marzo 1566.

No se encuentran más hijos inscritos del matrimonio Juan de Soria y de María. Hasta este año 1566 no aparece tampoco ninguna niña bautizada con el nombre de Inés. Unos años posteriores a éste está inscrita una Inés, pero sus padres son distintos.

¿Podremos identificar a Lucia con Sor Inés de San Pablo? La fecha del bautismo coincide con lo que escribió Fray Juan de los Ángeles, es decir, “una santa religiosa… recogida y consagrada a Dios desde su tierna edad, apenas de diez años” (Libro de la Cofradía, f. 5v).

Cuanto al nombre de los padres no cabe duda. En la partida de nacimiento de María se escribe que es “hija de Juan de Soria y su mujer, María Rubia”. En la de Hernando, que es” hijo de Juan de Soria y de su mujer, María Rubia”. En la del hijo de nombre indescifrable se lee, asimismo; “de Juan de Soria y de su mujer María” (no añade nada más).

La partida de bautismo de Lucia dice textualmente, transcrita sin abreviaturas: “Domingo, último día de marzo de mil quinientos sesenta y seis años bautizó el señor Francisco Pérez, clérigo, bautizó (sic) a Lucia, hija de Juan de Soria y su mujer (sin más). Fue su compadre Lope de Belmonte y su mujer. — Francisco Pérez (rubricado.

Habrá que decir que, al entrar en religión, cambio de nombre y prefirió el de la mártir Inés al de la mártir Lucia. Costumbre que se seguía también en la Orden.

De hecho y con toda certeza, a la fundadora de la Cofradía de la Esclavitud Mariana en Alcalá de Henares se la conoce por Sor Inés de San Pablo, “hija de Juan de Soria, vecino de Fuentelencina, como queda expuesto. Yo siempre la llamaré Inés.

 

AL DESPUNTAR EL ALBA           

A la niña, decidida y de firme voluntad, nos la imaginamos en el entorno popular de Fuentelencina, participando con las niñas de su edad en las funciones de iglesia, en el aprendizaje del catecismo, en las funciones típicas del pueblo, en las recreaciones y juegos infantiles, en las visitas periódicas con sus padres a las ermitas tan devotas de los alrededores, ya nombradas…

Pero en aquella alma, blanca como una azucena, fue brotando el germen de algo atrayente, que no encontraba en el nivel de la piedad de sus convecinos, y percibió con claridad la llamada a una vida de más unión con Dios. También siguió la misma llamada su hermana María a sus 18 años. Inés, con sus 10 años por cumplir no quiso separarse de ella ni retardar el cumplimiento de su devoción. Lo acredita la partida de vestición del hábito religioso:

“Entraron monjas la señora María de la Cruz y su hermana Inés de San Pablo, hijas de Juan de Soria, vecino de Fuentelencina. TRUJERON DE DOTE CADA UNA SETECIENTOS DUCADOS Y CIEN DE AJUAR. Tomaron el hábito a 7 de octubre, año de mil y quinientos y setenta y cinco” (Partida de toma de hábito f.2)

Tiempos de hervor cristiano. Siglo de grandes afanes religiosos y sociales. Figuras de santidad a lo largo y a lo ancho de la geografía española. Halo refulgente de santidad en las Teresas de Jesús, Ignacios de Loyola, Pedros de Alcántara, Juanes de Ávila…Siglo que ha merecido el calificativo de Siglo de Oro: en las ciencias, en las artes y, de manera singular, en los saberes teológicos y en el culto a la piedad.

Inés sale a los diez años de su parentela y fija su morada en un convento de Alcalá, anhelosa de emprender su vuelo hacia el monte de la perfección.

Santa Inés virgen y mártir, fue su inmediato y atrayente modelo en la doble condición de virginidad y de martirio.

Virgen Santa Inés, de ella aprendió la inocente Inés el valor de la virtud angélica y la excelencia de mantener integro su amor, sin repartirlo indebidamente entre Dios y las criaturas. Seria ofrenda pura al Cordero inmaculado, que se apacienta entre lirios y cuya sangre engendra vírgenes.

Mártir Santa Inés a los doce años, la contemplación del martirio fraguo en la niña Inés aquel temple de vida, rodeada de santa mortificación de sentidos y potencias para adiestrarse en los combates espirituales y no decaer el ánimo en el constante batallar hasta conquistar la cumbre de la santidad. Ya en la cima, vendría el reposo alegre y amoroso con el Dueño y Señor de todo. Candor de azucena, sangre de amapola.

Hablar de practicar la virtud es hablar de subir y subir. En esta época se escribieron las obras maestras: Subida al monte Sion del franciscano Fray Bernardino de Laredo (1540), y Subida al Monte Carmelo de San Juan de la Cruz (1591). Las leyera o no las leyera Sor Inés, su vida fue una perseverante ascensión hacia Dios, verdad que ilumina y amor que enciende.

Para no lamentar caídas y retrocesos, se afirmo a firmísimo apoyo, cual fue la práctica de la esclavitud amorosa a la Madre de Dios, la Esclava del Señor.

 

ENTORNO CLAUSTRAL

El comienzo de la vida religiosa de Sor Inés coincidió con los días de la fundación del convento, edificado con la ayuda y protección de Don Gutirre de Cetina, canónigo de la Santa Iglesia de San Justo y Pastor de Alcalá. Vino de la Concepción Francisca de Guadalajara por abadesa Doña Ana de Peñalosa (que lo era del convento), y por vicaria Doña Catalina de Peñalosa de La Latina de Madrid (vicaria igualmente en esta comunidad). Se les agregaron algunas otras, entre las cuales se cuenta Doña Laurencia del Castillo, sobrina del fundador. “Entraron por fundadoras en el nuevo convento en diez de mayo de mil y quinientos y setenta y tres años, primer día de Pascua del Espíritu Santo” (Acta, f. 1).

Para darnos una descripción cabal de la primera comunidad, ninguna pluma mas acreditada que la atildada y amena de Fray Juan de los Ángeles, que trato con la comunidad, al poco tiempo de haber muerto Sor Inés de San Pablo.

Aunque sea reiterando lo que ya esta publicado, juzgo oportuno transcribir lo que dejo escrito el Padre Ángeles:

 

“Muchas gracias doy a mi Señor Dios, hermanas carísimas, y pido a los ángeles y bienaventurados todos se las den en tiempo y en la eternidad por la merced que me ha hecho en darme a conocer ese santo convento y religiosas de él, porque de las pocas veces y corto tiempo que he tratado con vuestras mercedes mi alma ha recibido particulares consuelos, y mi espíritu aliento no pequeño en el servicio de este Señor, desterrada gran parte de mi flojedad y tibieza; y entre otras muchas cosas que me han edificado en esta santa comunidad de que (sin lisonja) para gloria de Dios haré aquí mención, son estas: la paz de todas tan uniforme, la hermandad tan llana, el recogimiento tan estrecho, la oración tan continua, los coloquios de las mas aprovechadas con el celestial Esposo tan ordinarios, los gustos y consolaciones divinas, tan sin tasa, los ejemplos de virtudes tan raros, las platicas tan concertadas y de edificación, la caridad tan en su punto, la obediencia tan sin examen ni replica, la humildad tan profunda.

Por lo cual han querido (dejando a una parte el honradísimo titulo de Esposas de Cristo) tomarle de Esclavas de su Madre Santísima. Confieso en verdad que, en oyendo este nombre, se me derritió y regalo el corazón y se me lleno el ánima de un desacostumbrado gozo con un entrañable deseo de verme admitido y escrito en esa santa Hermandad. Pero ¡qué dicha tan grande la mía! Apenas hube significado este deseo, cuando las Esclavas me recibieron me recibieron por hermano suyo, y esclavo juntamente de quien ellas lo son”. Y, al hablar concretamente de la Cofradía y del “bien tan grande” y “tesoro”, como es pertenecer a ella, escribe: “Halle en este santo convento mucho más de lo que pensaba, de lo muy fino de la contemplación y trato amoroso con Dios; él sea glorificado, servido, temido y amado para siempre por todas las criaturas” (“Libro de la Cofradía”, ff.1v y 6v).

 

Sor Inés contribuyo, cual ninguna, a forjar este vigoroso clima conventual. Y lo vivió “con tanto aprovechamiento espiritual que a todas era ejemplo de virtud y estimulo para más perfectamente servir a Dios” (f. 5)    

En este acogedor ambiente de espiritualidad se fue abriendo el alma de la joven Inés al hermoso y variado mundo interior, que todos llevamos dentro, y fue quedándose prendada de las maravillas, que Dios tiene reservadas para los que con sencillez y perseverancia lo buscan de corazón.

Se dejó guiar, y con más fe aún en los tramos de peligro que suele haber en el camino de la perfección, de la luciente Estrella, que es la Virgen Inmaculada, y llego a la altura de santidad, de la que da testimonio su primer biógrafo.

 

2

ESPIRITU DE AMOR ESCLAVISTA

 

El espíritu de generosa esclavitud es un don contenido en el Evangelio, para muchos oculto, pero que a todos se brinda.

Todo hombre conoce la existencia de un Ser supremo, que llamamos Dios, y con él se siente relacionado. Es la relación indefectible entre Creador y criatura, entre Bienhechor y favorecido, entre Dueño y siervo. “Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos” (sal. 99,3). “Todo ha sido hecho por él y sin él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho” (Jn, 1,3).

Cuando la vinculación de servicio llega a la perfección, es esclavitud amorosa esclavitud voluntaria, esclavitud que libera hasta del temor servil e impele a no negar ni una brizna del propio ser al que es Dueño de todo.

La clave para interpretar y valorar el significado de la libre y generosa esclavitud esta en conocer la disposición de la voluntad humana. Se exige un profundo conocimiento de Dios y no solo a la luz de la razón, actualmente obnubilada por la turbulencia de las pasiones, sino a la luz clara de la verdad revelada. Y a la verdad descubierta seguirá, en consecuencia, la acción. Porque ¿de que aprovecharía conocer que debo servir en todo a Dios, si de hecho no le sirvo?

El conocimiento progresivo de Dios y de sus misterios, la persuasión cada vez más intima de que nada se debe temer de la infinita Bondad de Dios, fuera del pecado, la consideración de que el mismo Dios ha hecho un derroche de amor con el hombre, al enviar del cielo a la tierra a su mismo Hijo Jesucristo, que, engendrado y nacido de mujer, ha reconciliado a los pecadores con su Eterno Padre, muriendo por ellos en la cruz, el deseo ardiente en suma, de corresponder con amor generoso al que de tal manera nos ama, suscita en el alma devota la ardorosa determinación de servir y amar de todo corazón al que así nos ama y nos da la facultad de amarlo. “¿Quién como el Señor Dios nuestro, que se eleva en su trono, y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?” (Sal.113,5-6). “Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos” (Sal.99,3).

Si suyos, servidores, siervos.

 

EL SIERVO DE YAHVE 

Jesucristo, el primogénito entre los hermanos, es el esclavo por excelencia. Isaías, a quien se llama también el quinto evangelista por la precisión de sus vaticinios acerca del Mesías esperado, ha trazado en su libro los rasgos inconfundibles del Siervo del Señor. Entre otros:” He aquí a mi Siervo a quien yo sostengo” (42,1). “Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban…, no hurte mi rostro a los insultos y salivazos” (50,6). “Por su conocimiento mi Siervo justificará a muchos” (53,11). 

Jesús se convirtió en siervo, al asumir su santísima humanidad en el vientre virginal de su Madre, María: “Y la Palabra se hizo hombre” (Juan. 1,14). “En ese bendito momento –podemos creerlo—todo el cielo contemplo y quedó suspenso ante le entrega inicial, que la humanidad de Jesús hizo de sí mismo al Padre” ha escrito el abad Marmión (Jesucristo, ideal del sacerdote –Bilbao, 1952, p.30) Por su humanidad sacratísima, fue el siervo del Señor y cargo sobre Sí los pecados de todos y se ofreció como Victima expiatoria: “Heme aquí, que vengo, para hacer ¡oh Dios! Tu voluntad” (Heb. 10,7).

 

LA ESCLAVA DEL SEÑOR 

Esclava es la misma Madre del Siervo de Yahvé, la Virgen María. Y ¡en qué momento de su vida se proclama la Esclava del Señor! Un mensajero especial, el Ángel Gabriel, creado por Dios, según algunos escritores, para llevar a cabo esta embajada trascendental, viene de lo más alto del cielo de parte de Dios a anunciarle algo, que, en su humildad, la hunde en lo más profundo de su ser. “No temas, María-- le dice el Ángel--, porque has hallado gracia delante de Dios, y concebirás en tu seno y darás a luz a un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús… Dijo María al Ángel: ¿Cómo podrá ser esto pues no conozco varón? El Ángel le contestó: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por eso el hijo engendrado será santo y será llamado Hijo del Dios” (Lc, 1,30-35).

Al aceptar la Virgen María la voluntad de Dios Altísimo, que la había predestinado para ser Madre del Verbo, en un arrobo de espíritu suspiró con el corazón derretido en amor: He aquí la Esclava del Señor. Hágase en mi según tu palabra” (Lc 1,37).

Esclava de verdad. ¿y no vendría siendo de tiempos atrás voluntaria esclava de aquella mujer bienaventurada, para ella desconocida, pero de cierto tenía que existir como Madre del Mesías? Ella de oración y contemplación impar entre todos los descendientes de Adán, versada en las Sagradas Escrituras, de deseos incontenibles de hacer siempre lo mejor en el servicio del Señor, ¿no habría llegado en su intención a servir como esclava a aquella hija de Adán, elegida por Dios para ser la Madre del Mesías?

La piedad cristiana lo ha incluido en la perfección única de la Virgen. Así San Juan de Ávila pone en labios de María estas palabras: “Concédeme, Señor, que yo sea esclava de aquella doncella, que os ha de concebir y parir y quedar siempre virgen; que más estimo ser su criada y esclava que ser señora de todo el mundo” (Obras completas, nn.1049-1053).

En María la esclavitud broto de un amor que desbordó de su corazón virginal. Toda por entero del Todopoderoso y de su Hijo Jesús, Esclavitud de amor que se convierte en verdadera libertad. Quiso libremente ser esclava.

 

EL ADMINISTRADOR FIEL 

Esclavo de amor San José. La dignidad del santo patriarca y las virtudes con que el Altísimo se complació en enriquecerlo, tiene como fundamento el contrato esponsalicio con María, “de la cual nació Jesús, llamado Cristo” (Mt, 1,16); acontecimiento previsto por Dios desde la eternidad.

José era esposo de María con el dominio que daban al varón los esponsales celebrados en la Ley mosaica. Y el mismo Dios se digno a dar a José la prerrogativa espiritual de padre, para que fungiera el oficio de tal en aquella familia “divinamente formada” y contribuyera con su actuación a que se realizara el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios en un hogar patriarcal, nimbado de impecable honestidad. Y el Hijo del Altísimo, concebido y nacido en los castísimos esponsales de José y con María, pasó por hijo de José sin serlo: “¿No es este-se preguntaban las gentes- el hijo del carpintero?” (Mt.13,55); y así realizó la redención del mundo con tierno frescor, aun en lo humano, de cándida azucena: “Yo soy la flor del campo y el lirio de los valles” (Can. 2-1).

Asociado San José al misterio salvífico de los hombres, por ser esposo de la Madre del Redentor, participó también de los sufrimientos del Siervo de Yahvé.  

Los evangelistas nos relatan los dolores y sufrimientos que compartió con su esposa la Virgen María durante la vida de Jesús en este mundo. San Mateo describe la angustiosa situación del Santo Patriarca, cuando comprobó una realidad para él inconcebible: su esposa era madre sin saber él como pudo haber acontecido. No podía dudar de la santidad de la misma. De hecho, el Ángel Gabriel la proclamo la Llena-de-gracia. A él la Sagrada Escritura lo llama justo. Como tal no puede difamar a una santa. Reverencia, si, los designios de Dios que él no alcanza, y mientras resuelve lo que puede y debe hacer, un dolor y angustia finos y penetrantes desgarran su corazón. Al fin, resuelve como mayor bien, “repudiar a su esposa”, otros traducen ‘abandonarla’ en secreto” (Mt.1,19).

Hoy se defiende una opinión, que ennoblece el dolor del justo José. El santo Esposo de María, no sólo pudo comprobar por sus ojos que su esposa era madre, sino que ella misma, ligada con voto de virginidad (y el mismo voto se admite en San José) le manifestó con toda confianza la maravilla que el Todopoderoso había obrado en ella, al realizarse en sus purísimas entrañas el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Sabedor de lo que le descubrió su Santísima Esposa, quedó como anonadado y sobrecogido de temor reverencial, pensando que el Hijo de Dios estaba bajo sus órdenes en su casita de Nazaret. Se consideraba indigno de que su humilde hogar fuera la morada de aquel a quien no abarcan ni el cielo ni la tierra (Cf. P. José A. San José y su misión ‘Valladolid, 1966’ pp. 113-130).

Más, ¿Quién es capaz de investigar los caminos de Dios? Un Ángel, ¡Oráculo del Señor!, se le aparece en sueños y le soluciona su angustiosa tribulación: “José, hijo de David—le dice el ángel--, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tu le pondrás por nombre Jesús” (Mt. 1,21). Tú, el administrador de tu casa.

Descorrido el velo del misterio e iluminado el camino que Dios le había trazado, ¡con qué fidelidad y reverencia, con qué diligencia y amor no habría de servir en condición de esclavo a su Esposa y al Hijo de Dios, que de ella nació sin paternidad humana, sino por obra del Espíritu Santo!

Y es también San Juan de Ávila quien reconoce la esclavitud mariana de San José, cuando escribe: “¡Cuán rico, cuán gozoso estaba el santo varón ‘José’ con verse diputado para servir a tal Hijo y a tal Madre… ¡Y cuando consideraba que María era Madre de Dios, agotaba el juicio, salía de sí con admiración…, y daba alabanzas a Dios, que lo había tomado por marido de la Virgen, y ofrecía sele por esclavo!” (Oc. P.1173).

 

TESTIGO DE NUESTROS DIAS 

Juan Pablo II en el discurso mariano de Zaragoza (6-11-52) ha apuntado la razón teológica de esta admirable devoción, cuando proclamó que “San Ildefonso de Toledo, el más antiguo testigo de esta forma de devoción que se llama esclavitud mariana, justifica nuestra actitud de esclavos de María por la singular relación que Ella tiene con respecto a Cristo” (Oc. p. 178,4).

Y lo ha repetido de manera emocionante el 19 de julio de este año en Jasna Gora (Polonia): Finalmente, oh Madre de Jasna Gora, he venido aquí para decirte una vez más: “Totus tuus”. ¡Soy oh Madre, todo tuyo, y todo lo mío es tuyo!

“Oh Madre: He sido llamado a servir a la Iglesia universal en la Sede romana de San Pedro. Pensando en este servicio universal, repito constantemente “Totus Tuus”. Deseo ser siervo de todos. Al mismo tiempo, soy hijo de esta tierra y de esta nación.

“¡Madre, todo lo mío es tuyo!

“¡Madre, todo lo mío es tuyo!

“¿Qué más puedo decirte? ¿Cómo confiarte aún de otra manera esta tierra, esta gente, este patrimonio?

“Totus Tuus”.

“No añado más” (L’Osservatore Romano, 3-7-83, p.9).

En cuanto al entrañable “Totus Tuus”, se encuentra en una obra atribuida a San Buenaventura, pero que más bien parece ser un discípulo suyo: “Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt, oh Virgo gloriosa”: Yo soy todo tuyo, y todo lo mío es tuyo, oh Virgen gloriosa.

Se desprende que los Santos, los seres humanos más perfectos, han participado de este espíritu de amorosa esclavitud para con Dios y para con la Virgen María. Y Juan Pablo II ha reafirmado la razón teológica: “por la singular relación que Ella tiene con respecto a Cristo”.

No obstante, la manifestación de este espíritu esclavista en hermandad

Hizo su aparición en el siglo XVI en el convento de la Concepción de Alcalá de Henares con la fundación de la Cofradía de la Esclavitud Mariana por la sierva de Dios Sor Inés de San Pablo y aprobada en la Iglesia por competente autoridad el 2 de agosto de 1595. Y fue el origen de otras similares esclavitudes, que se iniciaron al poco tiempo.


3

HIJA DE ORDEN MARIANA ESCLAVISTA

 

Sor Inés profesó la Regla de la Orden de la Concepción Francisca, como se llamaba desde sus principios, fundada en Toledo por Santa Beatriz de Silva en el siglo XV. La Santa en su empeño fundacional “fue mucho ayudada en obras y consejos” por insignes prelados, como se dice del Padre Juan de Tolosa, Vicario provincial de Castilla (Vida I, c.8), y del Padre García de Quijada, obispo de Guadix, “con quien la sierva de Dios comunicaba los sentimientos de su alma y por cuya prudencia y religión se gobernaba en las cosas arduas” (Agustín de Herrera, S.J., VidaI, c.6).

Fue generosa protectora la reina Doña Isabel la católica, quien “mostraba gran afición a esta señora no tanto por ser parienta, cuanto por su santidad”; y graciosamente le dono los Palacios de Galiana con la capilla de Santa Fe, cerca de Zocodover “para que edificase allí su monasterio y comenzase su Orden” (Vida I, cc.4y5).

Las dos egregias Damas, Beatriz e Isabel, solicitaron del Papa la aprobación de la nueva Orden. En bula fundacional Inter universa se rescribe que Beatriz y la Reina Isabel habían pedido al Papa la aprobación de “un monasterio de alguna Orden aprobada en honor de la Concepción, en la cual la misma Beatriz y otras devotas mujeres compañeras suyas vivieran bajo obediencia reglar y se consagraran en generoso servicio al Altísimo y a la Virgen Santa María” (Inocencio VIII, 30-4-1489).

En la consolidación de la nueva Orden y en el perfeccionamiento de sus leyes intervinieron, más tarde, los eminentes purpurados franciscanos Fr. Francisco Giménez de Cisneros y Fr. Francisco de los Ángeles Quiñones.

La Orden vino a la vida arropada jurídicamente con el manto de las “Instituciones de la Orden cisterciense; luego, bajo la regla de Santa Clara, hasta que, finalmente, el año 1511 consiguió del Papa Julio II Regla propia” (Pablo VI, “Preclara Ordinis Inmaculate”, 3-10-1976. Bula de la canonización).

 

EN GENEROSO SERVICIO 

El verbo latino “famulari” con que expresa la bula fundacional el servicio que iba a prestar en la Iglesia la nueva Orden, conlleva la condición de siervo o esclavo, no de esclavitud forzada, sino aceptada con voluntad plena y decidida de entregarse por entero al servicio del Soberano Señor del universo y con El a la que es Madre de su Único Hijo, Jesucristo.

El espíritu primigenio expresado por el verbo “famulari” o “generoso servicio al Altísimo y a la Virgen Santa María” de la bula fundacional, ha quedado plasmado en la Regla propia de 1511 aprobada por Julio II (Ad statum prosperum”, 17-10-1511).

 

PRESCRIPCIONES DE LA REGLA

Se transcriben las más destacadas, tan solo.

Vestir el hábito de la Orden es “despasarse con Jesucristo Nuestro Redentor, a honra    de la Inmaculada Concepción de su Madre” (c,1).

“El ingreso en esta Orden supone una oblación personal que se ofrece a nuestro Redentor y a su gloriosa Madre, entregándose a él como hostia viva en cuerpo y alma” (c. 2).

En la profesión se promete: “Yo…, por amor y en servicio de nuestro Señor y de la Inmaculada Concepción de su Madre, ofrezco y prometo a Dios” etc. (c.2).

“La túnica y el hábito con el escapulario sean de color blanco, para que la blancura exterior de este vestido dé testimonio de la pureza virginal del alma y del cuerpo; el manto sea…de color Jacinto por su significado místico…La cuerda o cordón será de cáñamo, al modo de los Frailes menores” (c. 3)

“Llevaran en el manto y en el escapulario la imagen de nuestra Señora, rodeada de rayos y con la cabeza rodeada de estrellas… Esta imagen recordará a quienes profesan esta santa religión que deben llevar entronizada en sus corazones a la Madre de Dios, como ejemplar de vida, imitando su conducta inocentísima y siguiendo la humildad y el desprecio del mundo, que ella practicó mientras vivió en este siglo” (c, 3).

 

Contrato esponsalicio. ---Repetidas veces en el Antiguo Testamento emplean los profetas la imagen del matrimonio para expresa el amor que Yahvé tenía a su pueblo escogido. Era una alianza sellada: “Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios”, repite el profeta Jeremías (30,22), aludiendo al pacto del Deuteronomio (29,12).

¡Y la alianza fue quebrantada por el pueblo en tantas ocasiones! No obstante, el Señor mantenía firme el amor pactado. Ni por las infidelidades ni por las idolatrías retiro su amor, sino que por reconvenciones y por amenazas y por castigos infligidos trató de reconquistar a su pueblo al amor despreciado.                                  

Símil del amor de Dios al alma consagrada a su servicio. Hay un pacto bilateral. El Señor nunca quebrantará la palabra dada, como nunca lo quebranto con su pueblo elegido. Amaba a su pueblo aún en el desamor de su pueblo ingrato.

Las siguientes palabras del profeta Oseas son una exhortación a la fidelidad que la religiosa ha prometido en su profesión: “Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y en compasión, te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahvé” (Os. 2,21-22).

 

Oblación consagración. ---Es un sacrificio consagrado a Dios. A Dios sólo se le puede sacrificar lo bueno, lo puro, lo santo. En la Antigua Ley se ofrecían a Dios en sacrificio los frutos de la tierra y animales puros, que preludiaban el sacrificio de la Nueva Ley: el de Jesucristo en el Ara de la Cruz: “Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo, pues de mí está escrito en el volumen del Libro, para hacer ¡Oh Dios! tu voluntad” (Heb. 10,7). Misterio de muerte y de vida. Muriendo Cristo en la Cruz por los pecados, nos dio nueva vida: la vida de la gracia, que nos eleva a participar de la “naturaleza divina”.

Por la Pasión y Sacrificio de Cristo y por la Compasión sacrificial de su Madre Purísima al pie de la Cruz, la profesión religiosa alcanza la razón o condición de culto Lateútrico.

Según el texto reglar, la profesión es una inmolación que se ofrece al Redentor y a su gloriosa Madre. Redentor y Redimida. La Virgen María, la redimida del modo más perfecto, al ser preservada del pecado original por los méritos previstos de la muerte de su Hijo. La religiosa se ofrece, y la Iglesia por su ministerio la consagra a Dios como cosa santa. La profesión religiosa vivida en plenitud lleva a dar muerte a todo pecado y a vivir una vida configurada con Cristo. Así, purificada de la escoria del pecado, quedará lo puro y excelente de la oblación: la encendida caridad, centrada en Jesús y María.

 

Como hostia viva. ---San Pablo ruega al pueblo de Dios en Roma a que “ofrezcáis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, grata a Dios; esté es vuestro culto racional. No os conforméis con este siglo” (Rom. 12, 1-2).

No se trata de una ofrenda externa a la persona, como esran los sacrificios de la Ley Antigua por puros y limpios que fueran. El sacrificio de la profesión religiosa toca a lo más vivo del propio ser. El modelo último es el Redentor, que se ofreció a Sí mismo como victima de agradable olor: fue su propio cuerpo, fue su Corazón divino que, en un alarde de amor, sufrieron la muerte pasajera para dar al hombre pecador la vida eterna.

Por tanto, el alma consagrada se compromete a hacer la guerra y crucificar sus vicios y concupiscencias, rodeándose de sana mortificación con el fin de reproducir en sí misma la vida y la virtud de Cristo. No se puede, por el compromiso adquirido, “conformarse a este siglo”. Desasida y limpia de los deseos de este siglo, será la victima viviente ofrecida en el santuario y dispuesta siempre “ha hacer, oh Dios, tu voluntad”.

Jesús se inmoló de una vez para siempre, y de este sacrificio que perdura, se hace partícipe el alma consagrada.

 

En Cuerpo y alma. ---La consagración a Dios a de abarcar todo el ser: el cuerpo con sus sentidos y el alma con sus potencias. En el salmo 118 podemos espigar pensamientos esclarecedores:

“Aparta mis ojos de ver vanidades” (57).

“NO quites de mi boca la palabra de verdad” (43).

“Tu palabra es antorcha para mis pies, luz para mi sendero” (105).

Que los ojos disfruten en contemplar la hermosura de Dios, que ha derramado en las criaturas; que los oídos escuchen atentos las palabras que pregonan las maravillas de Dios; que los pies y las manos no se cansen de ofrecer a Dios los servicios que han de prestarle en acatamiento a la ley del trabajo; que la lengua no cese de cantar la Gloria de Dios. 

Los sentidos purificados de todo resabio de pecado, pueden llegar a mirar la creación estera con aquella sencillez y gozo con que la miraba San Francisco de Asís. Considerando a las cosas, limpias como limpias habían salido de las limpias manos de Dios, se confesó hermano suyo. De esa íntima hermandad brotaron las admirables estrofas del Cántico inmortal del “Hermano Sol” o de las criaturas. Y, al loar a la hermana tierra, loa a Dios “por la hermana madre tierra, que nos sustenta y produce coloridas flores” (“Cántico del Hermano Sol”).

A tanto había llegado la purificación de los sentidos en Fray Francisco.

Los sentidos son gobernados por el alma. Si noble es la consagración de los sentidos, más noble es la consagración del alma con sus potencias.

“Bendice, alma mía al Señor, y no olvides sus muchos beneficios” (Sal.103,2).

“Cuántas son tus obras, Señor, y todas las has hecho con sabiduría” (Sal.104,24).

“Cantaré al Señor mientras viva, tocaré para nuestro Dios, mientras exista (33)  

Si la memoria ha de recordar incesantemente los beneficios del Señor, el entendimiento, ansioso de encontrar la verdad, ha de dedicarse a la búsqueda de esa verdad, y siempre con la iluminación de la fe. La verdad encontrada arrastrará a amar el bien, o dígase, a Dios que es la verdad infinita y el sumo bien. Se ha hecho lapidaria la expresión tantas veces repetida de San Agustín en las confesiones: “Oh hermosura de Dios, siempre antigua y siempre nueva ¡qué tarde te conocí y qué tarde te amé!”. Y en consonancia, el gemido amoroso de San Francisco de Asís: “¡El amor no es amado! ¡El amor no es amado!”.

Todo esto pide una ascesis constante y de compromiso diario: “Esta ascensión hacia Dios no es… el solo ímpetu de los seres dotados de razón que le conocen como su Creador y le adoran como Ser infinito, que trasciende sin medida todo lo que existe de grande, de verdadero, de bello y de bueno… Es más que la elevación de la vida cristiana ordinaria…, es un camino que conduce a Dios; es Dios quien constituye su principio y su fin, quien sostiene sus fervores y llena la vida completamente” (La vida contemplativa. De S.S. Pio XII. Ecclesia p.693).

 

Para imitar a María. ---Quien conoce a la Virgen María puede tratar de imitarla conforme al conocimiento que de ella tiene. Quien la ama ansiara conocerla mejor par más amarla. Conocemos los arroyos para llegar a la fuente. Tenemos hoy el capítulo VIII de la Lumen Gentium (Constitución sobre la Iglesia) del Concilio Vaticano II, capitulo, que, siendo doctrinal, es himno a la excelsa figura de la Madre de Dios (LG, 52-69). El Concilio a su vez ha bebido en las aguas purísimas del Evangelio y Tradición Divina, de las enseñanzas de los Santos Padres y de los Papas y de lo que va descubriendo la Mariología. Y… por lo que el alma creyente y fervorosa va aprendiendo en la oración personal a los pies de su Madre celestial.

Se lee en la célebre escritora de ámbito mundial, Sor María de Jesús de Ágreda, que cierto día dijo Jesús a su Madre: “Estad conmigo siempre que imitéis y copiéis respetivamente mis obras; porque en vos quiero que se ejecute y estampe la alta perfección que he deseado para las almas” (Mística ciudad de Dios. II parte, n.693).

En la escuela de perfección de María, nacerá en el alma el ardor de revestirse y apropiarse de manera progresiva las virtudes con que el Señor se dignó enriquecer el alma purísima de la Virgen Madre y que ella fue aumentando con incomprensible correspondencia a la gracia.

La saludamos como Trono de la Sabiduría.

 

INTERPRETACION INMACULISTA  

En la traducción española de la Regla, de los primeros años, a las palabras su gloriosa Madre (c. 2) han puesto “y Reina de los Ángeles”. Como también a las palabras Nuestra Señora rodeada de rayos (c. 3) han puesto “y con su Hijo en brazos”1. Indudablemente que es fruto del amor al misterio de la Inmaculada Concepción de María. La mujer y su descendiente, inseparables, que habían de triturar la cabeza de la serpiente, figura de Satanás (Gn, 3,15). Doctrina definida más tarde por Pio IX (“Ineffabilis Deus”, 8-12-1854).

Cuanto a las prerrogativas o atributos de María como Reina y Madre, de la Esclavitud Mariana se dirige a ella como Reina, mientras que la Verdadera Devoción--- que es también consagración--- va dirigida como a Madre.

La Virgen María tiene, como sabemos, multitud de atributos teológicos, se arrancan o se fundan en su dignidad inconmensurable de ser Madre de Dios. Por eso y para eso fue concebida sin la mancha del pecado original y enriquecida de manera singular con los dones del Espíritu Santo, y es acabado modelo de santidad para todos, con referencia siempre a su Divino Hijo, Jesús.

Nota.1. Así también en la traducción española, al final de la formula de la profesión (c.2), la recién profesa añadía “Y en cuanto a mí tocare, hago voto de defender el misterio de la Limpia Concepción de Nuestra Señora”. Ha de tenerse en cuenta que eran esos años los tiempos heroicos en defensa del misterio de la Inmaculada Concepción. Y en estos tiempos nacía la Orden fundada por Santa Beatriz de Silva en honor de este Misterio.

 

ESCLAVO. HIJO

 

Por lo que mira a los títulos de Reina y de Madre, el título de Reina dice autoridad, dice majestad, dice señorío; el título de Madre dice ternura, dice afabilidad, dice familiaridad.

En verdad, la condición humana de esclavitud y de filiación es bien diferente. Sin embargo, a la luz de la revelación y en el plano teológico con relación a la Madre de Dios, apenas se distinguen en el fondo. Quien se confiesa esclavo de María lo hace por puro amor, que nace del concepto claro que tiene del Creador y de la criatura y de la Bondad y de la Misericordia de Dios. Cuanto de bueno posee la criatura es don de Dios, “pues él nos dio primero”; al reconocer y profundizar en este conocimiento, germina la resolución e ímpetu de entregarse totalmente a su Creador y Redentor, sin excluir a la que es Madre de Dios y Reina del universo. Rendimiento de amor, voluntaria esclavitud que libera de las amarras del pecado y da la verdadera libertad de los hijos de Dios: Esclavitud Mariana.

En la verdadera devoción se mira a María como Madre. Pero también el hijo a recibido de sus padres, después de Dios, la existencia y otros valores. Hay dependencia por parte del hijo. Desaparece, si, el temor servil y predomina el amor. En este servicio de amor a María se fusiona el amor del que se llama esclavo y de quien se llama hijo.

Se podrían hacer múltiples citas de los mejores tratadistas en los que se exponen los argumentos para probar el aserto de la identidad de una y otra forma de devoción mariana. (Dada la intencionalidad de este trabajo, me limito a recomendar a las almas que desean iniciarse en esta devoción el libro del P. Antonio Royo Marín, OP. La virgen María `BAC 1968’ Obras más completas, el P. Royo las cita).

El Concilio Vaticano II viene como a condensar el fundamento de toda devoción a María en estas palabras: “Todo el influjo salvífico de la Santísima Virgen sobre los hombres no dimana de una necesidad ineludible, sino del divino beneplácito y de la superabundancia de los meritos; se apoya en la mediación de este, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder. Y lejos de impedir la inmediata unión con Cristo, la fomenta” (LG, 60).


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FUNDADORA DE LA ESCLAVITUD MARIANA

 

La sierva de Dios encontró la fórmula en la Regla de su Orden.

Para ser alma esclavista le bastó enamorarse de la Regla y saturarse de espíritu mariano. Bella y acertadamente han sabido exponerlo, posteriormente a ella, algunas hermanas de hábito, como la Madre María de Jesús de Ágreda (+ 1665) y la Madre Ángeles Sorazu (+1921).

            Sor Inés mantuvo su devoción de niña a la Asunción de la Virgen. En el convento de Alcalá se veneraba, y se venera, una imagen de Nuestra Señora de la Asunción. Ante esta pasaba la sierva de Dios horas y horas en íntima y fructuosa oración sin mermar por eso en nada el tiempo dedicado a trabajos manuales, necesarios y útiles a la comunidad. La oración y la acción iban entrelazadas en admirable armonía.

La Regla se lo enseñaba: “Consideren atentamente las hermanas que, sobre todas las cosas, deben desear tener el espíritu del Señor y su santa operación, con pureza de corazón y oración devota” (c, 10). Y de la oración que produce compromiso personal, proviene que del trabajo se haga oración: “Las hermanas trabajaran fiel y devotamente durante las horas señaladas, desterrando la ociosidad, enemiga del alma” (c. 12).

En el contacto íntimo con Dios en la oración de cada día y a la escucha atente en la escuela espiritual de María, maestra perfectísima de oración, se le fue grabando a la sierva de Dios el concepto sobrenatural del compromiso sellado el día de su profesión, y con fidelidad inquebrantable día tras día alcanzó “lo muy fino de la contemplación y trato amoroso con Dio”, como afirmara, poco después de su muerte, Fray Juan de los Ángeles.

 

RETRATO MORAL POR EL PADRE ANGELES 

“En el muy religioso convento de Santa Úrsula (titular de la iglesia), de Alcalá de Henares, que es de la Limpísima Concepción de la Reina de los Ángeles María, de la Orden de nuestro Seráfico Padre San Francisco, una religiosa, cuya alma descansa en paz, llamada Inés de San Pablo, imitadora de la pequeña Inés, virgen y mártir, recogida y consagrada a Dios, desde su tierna edad, apenas de diez años, en el dicho convento, con tanto aprovechamiento espiritual, que a todas era ejemplo de virtud y estimulo para más perfectamente servir a Dios; deseando en su vida agradar y servir mucho a la Santísima Virgen, cuya singular devota fue siempre, tuvo un vehemente impulso dentro de su corazón que la llevaba, como con fuerza de rapto, a hacer una Cofradía y Hermandad de las religiosas del dicho convento, y de otras personas recogidas y de espíritu en honra de esa misma Señora y Madre de Dios”,(“Libro de la Cofradía” f. 5v).

Tales son los rasgos que de ella trazara su primer y autorizado biógrafo.

 

¿Cuántos años estuvo madurando el propósito de formar la Hermandad esclavista? La fruta necesita tiempo para madurar. Los proyectos de rango espiritual perdurables, también.

Toda su vida fue “singular devota” de la Virgen. A partir de su profesión religiosa, se le acrecentó la devoción y llegó a destacar sobre las demás. Entre la vestición de hábito en 1575 y la aprobación de la Cofradía en 1595 median veinte años. Años de intensos ejercicios y tanteos, de paciencia y de lucha, y los últimos de justa victoria.

Hubo de manifestar a otras religiosas sus deseos: su propósito. Por lo menos a su doblemente hermana, por nacimiento y por religión, Sor María de la Cruz.

No a todas les cayó bien el proyecto de la nueva Cofradía, ni lo secundaron. Es más: hasta tuvo que sufrir contradicciones. ¿Quién la sostuvo en la empresa? ¿Ella sola, con la confianza puesta en su Abogada la Virgen? No suele ser esa la norma de la Divina Providencia.

El Padre Lope Páez, se inscribió como esclavo con mucha probabilidad en vida de Sor Inés de San Pablo, pues escribe de su propia letra en el libro-registro, que es continuación del Libro de la Cofradía, rehecho en 1608, lo siguiente: “En el libro antiguo firmé mi esclavitud dichosa y, porque no lo hallo escrito en este (1608), ahora para toda mi vida y articulo de la muerte me confieso por esclavo suyo… en 8 de febrero de 1615”. Firma rubricada (f. 43v).

Si no el Padre Lope Páez, pues no consta, ¿no habría en el convento de San Francisco de Alcalá algún religioso que alentara a Sor Inés en las dificultades que surgían y la ayudara a orillar los estorbos que se ponían en el camino emprendido? No parece suposición desacertada.

 

INCOMPRENDIDA

 

No todas las religiosas descubrieron el “tan gran bien” y el “tesoro” que se ocultaba en la nueva forma de devoción. No tenían la suficiente luz para apreciar el valor de la Cofradía de la Esclavitud de amor a la Madre de Dios. Ni lo calla el Padre Ángeles, aunque no se detenga en detalles, como lo demuestra el siguiente apartado:

“y queriéndolo poner en ejecución, tubo algunas contradicciones, que venció con paciencia, con seso y perseverancia. Y aunque no luego vinieron en ello las religiosas todas, por parecerles novedad, algunas pocas se le juntaron, y comenzaron a ejercitarse en obras y ejercicios muy del gusto de su Abogada y Señora, y a dar modo y forma a su Hermandad, de manera que se procediese en ella concertadamente;

y habida licencia del Superior, la santa religiosa con las pocas que le seguían hicieron algunas Ordenaciones llenas de piedad y devoción, con que la comunidad toda se animó y de común consentimiento vivieron algunos años, sirviendo a titulo de esclavas a la Santísima Virgen” (f.6v).

Lo escrito por el Padre Ángeles revela que no fue todo llano hasta llegar a la formación de la Cofradía. Tuvo la sierva de Dios no sólo oposición, sino contradicciones, que el piadoso religioso no detalla, antes bien disimula y tapa con la hermosa capa de la caridad. Para la mayoría de las religiosas era una novedad, que venía como a romper la uniformidad de la vida comunitaria. Tenían la consagración de la profesión religiosa. Profesaban una forma eclesial de vida contemplativa. ¿Para qué, por tanto, innovar nada?

Para otras, más que oposición fue contradicción. Ni es contra razón que en almas que no están totalmente desprendidas de afectos del siglo ---“No os conforméis con este siglo” (Rom. 12,2) --- se agazapara so capa de virtud la insidiosa y resentida celotipia, encargada de encizañar la pacifica serenidad en el mundillo del claustro.

En este transitorio ambiente de incomprensión unas pocas abrazaron con cariño el propósito y se unieron al ideal de Sor Inés. Consuelo para esta y no pequeño y rayo de esperanza. Las “pocas”, que sentían cordialmente la nueva devoción, empezaron a dar forma a su Hermandad y a practicar los ejercicios concertadamente y se trazaron unas normas provisionales.

La “novedad” se hizo llegar a conocimiento de la autoridad competente eclesiástica, que examino el espíritu, la finalidad y la riqueza espiritual de la nueva Cofradía. “Y habida licencia del Superior, la santa religiosa con las pocas que le seguían hicieron algunas Ordenaciones; llenas de piedad y devoción, con que la comunidad toda se animó. Y de común consentimiento vivieron algunos años, sirviendo con título de esclavas a la Santísima Virgen”.

 

LA GRACIA TRIUNFÓ 

La vida tan ordenada de “las pocas” religiosas que observaban hasta el detalle las prescripciones de la Regla y el horario comunitario; la atención humilde y sencilla con que trataban a los demás, la constancia firme e inalterable de Sor Inés y, sobre todo, el imán de atracción que ejerce en las almas la Inmaculada Madre de Dios, consiguieron, al fin, que la comunidad entera fuera el tronco y el fruto de la primera Esclavitud Mariana.

Siglos más tarde Pablo VI en la homilía de la canonización de Santa Beatriz de Silva avivó la atención de los oyentes, al llegar al final, con esta llamada expectante: “Santa Beatriz de Silva quiere deciros todavía una última palabra esta mañana. Esta palabra es el nombre de María y más concretamente el de María Inmaculada. La blanca limpieza de la Virgen fue el ideal de su vida… No pocos siglos antes de la proclamación del dogma, y mientras todavía hervían las discusiones teológicas, la Inmaculada Concepción se manifestaba como fuerza viva en la historia de la salvación y en la vida de la Iglesia, suscitando una Orden contemplativa que se inspiraba en el nuevo fulgor de al “Toda Pura” y recibía de ella energías para una más generosa consagración a Cristo” (3-10-76).

Triunfó la gracia, triunfo el atractivo de la “Toda Pura” entre todas las mujeres.

Al ver aprobadas las primeras Ordenaciones y Estatutos de la Cofradía Saltaron de gozo y de satisfacción Sor Inés y todas sus hermanas de Religión y se afanaron por celebrar con mayor solemnidad el acontecimiento.

En las mismas Ordenaciones quedaba determinado como habían de celebrar las fiestas de la Virgen y en particular, la de la Asunción, Patrona escogida para la nueva Hermandad: Misa solemne según las rúbricas de la época, con el oportuno sermón; procesión claustral con velas encendidas en las manos, cánticos fervorosos en loor de María que majestuosa y maternalmente presidia en su Imagen la manifestación rebosante de cálido amor.

No sería menos lo que hicieran las religiosas en acción de gracias por el don obtenido por mediación de la Virgen y confirmado por la Iglesia.

 

FECHA DE LA FUNDACIÓN 

El libro de la Cofradía se intitula así: Libro de la Cofradía de / las Esclavas de la Madre de Dios fundada en el religiosísimo / convento de Santa Úrsula de la villa de Alcalá de Henares, a dos / días del mes de agosto / año del Señor de mil quinientos noventa y cinco. ---Para honra y gloria de / Dios y de su Purísima Madre.

 

LAS PRIMERAS ESCLAVAS EN HERMANDAD 

Fueron las religiosas Concepcionistas de Alcalá de Henares. La nueva “forma de devoción que se llama esclavitud mariana” (Juan Pablo II) se implantó en este convento por iniciativa carismática de la venerable Sor Inés de San Pablo, secundada tras de verdaderas pruebas, por sus hermanas de Religión, viniendo a ser la comunidad el primer jardín de la Esclavitud de amor Mariana, a la que dieron su nombre otras personas de probado espíritu.

Los nombres de las religiosas están escritos en el Libro-registro actual, folio 15.

Entre ellas, naturalmente, Sor Inés de San Pablo y su hermana, Sor María de la Cruz.

 

VALORACIÓN ESPIRITUAL DE SOR INÉS 

El juicio que de ella hace el Padre Ángeles no puede ser más favorable ni encomiástico.

La califica de recogida y consagrada a Dios desde su más tierna edad.

La llama “santa religiosa, que está en el cielo”.

La reconoce “como ejemplo de virtud para todas”. 

La ve dotada de gracias carismáticas: “tuvo un vehemente impulso… que la llevaba, como en fuerza de rapto, a hacer una Cofradía”.

Alaba su caridad que la apremio a que participaran del “gran bien” de la Cofradía tanto religiosas como otras personas piadosas.

Fue probada en el crisol de la incomprensión y de la angustia por las “contradicciones” que tuvo que vencer.    

Valora su prudencia, al decir que fue venciendo las dificultades “con paciencia, con seso y perseverancia”.

Declara que las Ordenaciones están “llenas de piedad y devoción”.

Las Ordenaciones fueron tales que merecieron la aprobación de la Iglesia. Y la Cofradía fue indulgenciada por Clemente XII (Breve,13-11-1730).

Se puede contornear la figura de santidad de la sierva de Dios con lo que escribe el Padre Ángeles, al final de la remodelación que hizo de las Ordenaciones en 1608: “Muchas otras Ordenaciones se podrían añadir a estas pocas, pero no he querido por el respecto que tengo a la fundadora que, parece haber hablado más por el Espíritu de Dios que por sabiduría humana; por esto y con la misma consideración apenas he tocado en las palabras, porque me ha agradado mucho la llaneza y sencillez de ellas, argumento grande de la santidad de quien las ordenó” (ff. 9v-10).

Y COMPLETÓ SU CARRERA 

Se ha podido señalar el año de su nacimiento en 31 de marzo de 1566. Su vida religiosa en 1575. Vio aprobada su Forma de vida mariana en 1595. ¿Hasta cuándo vivió su vida de gozosa esclavitud? Pregunta que hoy no se puede esclarecer. El Padre ángeles hablaba de ella en 1608 como de “una santa religiosa, cuya ánima descansa en paz”. Pero se le pasó por alto precisar la fecha de su muerte. Ni, acaso, se podrá precisar en adelante por haber desaparecido del convento los dos primeros libros ---afirman las religiosas---, en que costaban los nombres de las difuntas. Ante la carencia de datos ¿a qué año podremos aproximar el acontecimiento de su muerte? ¿AL 1605? En este supuesto, tendría 39 o 40 años cuando fue llamada por el Padre a recibir el premio de su vida santa.

Se conserva aún entre las religiosas la tradición de que fue sepultada en el ángulo derecho de atrás del coro bajo, mirando al altar mayor.

El suelo del coro bajo, así como el de otros lugares que han servido de sepulturas, han sufrido transformaciones en el correr de los siglos. Del paradero de sus restos, nada se sabe.

Queda en el convento un ambiente suave y fresco de la fama de su santidad, y las religiosas, miran con veneración el rincón del coro bajo, donde, según la tradición, fue sepultada.

Como epitafio podíamos imaginar algo semejante a esto: “Aquí yace Sor Inés de San Pablo, la primera que fundó la Esclavitud de amor Mariana en hermandad. Espera el día de su resurrección”.

Para las religiosas es de afectuosa veneración la imagen de Nuestra Señora de la Asunción, ante la cual oraba asiduamente la sierva de Dios, ante la cual fue concibiendo y madurando su propósito de fundar la Cofradía, y a la cual confiaba sus dificultades, sus penas, su propia debilidad, y siempre su confianza.

Asimismo, conservan con gran estima una imagen de la Inmaculada con el Niño en brazos, que data del tiempo de la fundación del convento.

La imagen es una alusión clara al protoevangelio (Gn.3,15), donde se vaticina que Ella por El quebrantara la cabeza de la serpiente. La mujer vaticinada no es otra que la Madre de Dios, y el descendiente no otro que Jesucristo, hijo de la madre virgen, María (Pio IX, Ineffabilis Deus, 8-12-1854).

La Orden Concepcionista Franciscana adoptó como emblema de su espiritualidad la imagen acuñada en la escuela de la Orden de San Francisco: la Madre Inmaculada con el Niño en brazos, de cuyas manos parte un dardo en forma de cruz, que va a clavarse en la cabeza de la serpiente, que es retuerce, herida, a los pies delicados y virginales de María. Es la medalla que ostentan en el pecho las Monjas de la Orden Franciscana.

Un autor moderno ha escrito: “La presencia del Niño significa que, en el concepto franciscano, el triunfo de la Madre es inseparable del triunfo del Hijo de Dios y está subordinado a él” (Agustín Gemelli, OFM, El franciscanismo. Barcelona, 1940, c.2, v).


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DOCTRINA ESCLAVISTA

 

 Sor Inés no fue escritora. Fue Fray Juan de los Ángeles el primero que estructuró la doctrina de la Cofradía de la Esclavitud Mariana. Es autoridad. Pedro Sainz Rodríguez en Espiritualidad Española (Madrid, 1961) lo trae entre los autores ascético-místicos. Ni es solo por su valía de escritor. Fue muy versado en la Sagrada Escritura, ejerció el apostolado de la predicación, incluso en la Corte de España del siglo XVI, y estimado director de almas de alto vuelo espiritual.

             Tras de haber descrito el nivel de perfección a que había llegado la comunidad de Concepcionistas de Alcalá (p. 12) nos ha hecho el regalo del tratadito de la Esclavitud de amor a María, es decir, el Libro de la Cofradía, en el que recoge la espiritualidad de la Hermandad de Alcalá y en el que transparenta también su amor de fervoroso esclavo de María.

              Al texto del Padre Ángeles precederá un breve encabezamiento.

 

PRINCIPIO TEOLÓGICO                                                                                                         

No otro que el la Maternidad divina de María.

Hay una relación vital entre Dios y la Virgen María, que siempre subsistirá, única en la historia de la salvación: María es Madre de Dios. El Verbo, eterno como su Padre, de Majestad infinita, al ser engendrado entre esplendores sagrados en el seno virginal de María, asumió el cuerpo humano sin dejar de ser Dios y empezando a ser hombre. Dios y hombre verdadero. En virtud de la unión hipostática, la Persona divina del Verbo Consagró la Humanidad sacratísima en el momento de hacerse hombre, y Cristo Jesús quedo constituido Sacerdote y Victima por la salvación del mundo.

La fe, fundada en la Palabra infalible de Dios, nos da a conocer la armonía de los dos conceptos: Dios y la Madre de Dios. Misterio insondable de amor. Ni Dios pudo venir a más bajo, al hacerse hombre, ni la criatura, en este caso la Virgen, subir a más alto, al engendrar como madre al Hijo de Dios. Jesucristo es Salvador y Redentor y Sacerdote y Victima por los pecados por ser Hijo de María, unido a la Persona divina del Verbo.

El Padre Ángeles nos hace saborear la grandeza y hermosura del Misterio:

“Honrado título, dignidad inestimable y que todos debemos desear y procurar.

Pero ¿de dónde tanta honra a tan infame título en las leyes del mundo? De la misma Virgen María y de su Hijo Santísimo. Ella se apoderó de él al tiempo que el Verbo Divino se apoderó de su Corazón y se lanzó en sus entrañas y se hizo Hijo suyo. Quiso que con la maternidad que dice respecto infinito, anduviese junto ese título de tanta humildad, que dice y pregona sujeción: Ecce Ancilla Domini. 

“Apenas pronunció estas palabras la humildísima Virgen, cuando el Espíritu Santo obró este altísimo sacramento de la Encarnación. ¡Oh cosa grande: primero esclava que madre! Y por ventura no fuera madre, si no se confesara esclava; porque la humildad de la Virgen, llena de fe, concibió al Divino Verbo. Templa con esta esclavitud la soberanía y la alteza de la divina maternidad. ¡Qué alto, Madre de Dios; ¡y qué bajo, Esclava de Dios!”

LA HUMILDAD, FUNDAMENTO DE LA ESCLAVITUD 

Si la humildad, en expresión de la Doctora Santa Teresa de Jesús, “es andar en verdad”, el conocer lo que somos nos ayudará a ser humildes. Hemos venido a ser en el momento en que a Dios le plugo. La nada, lo que no existe, no puede hacer nada. Verdad clara. Por eso la misma razón reconoce que nuestro ser es total gratuidad. Se nos ha dado. Si lo hemos recibido, nada más puesto en razón que retornemos la dádiva al Dador de ella, libre y amorosamente.

No hay don mayor que el otorgado por el Todopoderoso a la Virgen María, al elevarla a la dignidad de verdadera Madre de Dios. Ella lo reconoce y porque lo reconoce, suspira en su Corazón virginal: “He aquí la esclava del Señor”.

Jesucristo, en cuanto Dios, no puede humillarse, porque en él andar en verdad es creerse Dios, como lo es, y estar por encima de todo; pero la Virgen María es el medio querido por el mismo Dios para que Jesús en su humanidad se pudiera humillar y se humilló. Así, San Pablo ha escrito: “A pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos” (Flp. 2,6-7).

Ante estas dos humildades de Jesús y de María ¿qué le corresponde al hombre? Lo que pondera el Padre Ángeles a las almas esclavistas.

“Pero ¡qué peso de mujer, a la cual no levanta de la tierra la mayor honra que Dios pudo darle desde el cielo!; pues en razón de madre, ninguna se pudo hallar mayor madre que Madre de Dios; al fin, allí esclava adonde es madre, sin que el título de Esclava del Señor impida a la suprema dignidad de Madre del Criador; antes aseguró tan gran recibo y guardó tanta riqueza y encerró en tan estrecho lugar al que no abrazan los cielos.

“Pero ¡qué mucho que diga la Virgen Ecce Ancilla Domini, si su Hijo Santísimo hace esa misma confesión por su profeta santo!: Ego servus tuus, ego servus tuus et filius Ancillae tuae, y repítelo dos veces para significar el gusto que tiene de serlo; y en otros muchos lugares de la escritura toma para sí este apellido: “tomo la condición de esclavo, pasando como una de tantos”. No dijo” yo soy tu siervo”, Padre Eterno, (en cuanto hombre) e hijo de tu Esposa e Hija, sino de tu Esclava”.

 

SIGNIFICADO DE LA ESCLAVITUD 

Ser esclavo un hombre de otro es humillante e injusto, pues ante Dios todos somos iguales, atendida nuestra naturaleza humana. La relación entre los hombres es de paridad. No así entre los hombres y Dios, sino que el hombre está ligado a Dios con relación de dependencia y sujeción. Y si, como enseña San Pablo, una vasija no se puede gloriar ante el alfarero que la ha moldeado, con mayor razón el hombre no puede atribuirse en justicia nada de lo que de Dios ha recibido (Rom. 9,20). Al fin, la vasija ya era algo antes de ser moldeada: barro o polvo. El hombre ni eso. Por tanto, “al Señor tu Dios temerás, a él servirás” (Dt. 6,13).

Y lo maravilloso es que, cuando el hombre acomoda su conducta a la luz de esta verdad, recobra la verdadera libertad: se libra del pecado y goza de la amistad con Dios.

Pensamientos que se desarrollan en el siguiente apartado.

“Para recomendación de este título y para honra de los esclavos, dice ese nombre esclavo sujeción, obediencia, rendimiento, entrega de voluntad, abdicación de todo el hombre y enajenamiento entero de todas las cosas.

Las obras del esclavo y las acciones todas son de su dueño, como lo es la persona: todo es de quien lo compró. ¿Quién, tal del Padre Eterno, como Cristo? Ego vivo propter Patren (Jon 6). Toda mi vida refiero a mi Padre, porque soy suyo. Y en otra parte: Mea doctrina no est mea, sed eyus qui misit me (Jon 7): Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió, que es mi Padre celestial. 

“Y allí San Agustín: Quid tan non tuum quem tu, si alicuius es, quod es?: Ninguna cosa tan mía como yo, ni menos mía que yo, si el ser que tengo y lo que soy, lo tengo y lo soy por otro. Todo Cristo, en cuanto Dios y en cuanto hombre, es del Padre; y por lo humano se confiesa esclavo suyo: Ego servus tuus et filius Ancillae tuae. Y en razón de esto y en conformidad del Hijo se llama la Madre esclava; y por ventura, para podérselo llamar él, quiso y mandó a su profeta que tuviese dicho que lo fuese y confesase su Madre, porque los hijos siguen la condición de las madres: que son esclavos si ellas lo son, aunque sus padres sean libres”.

TIERNA ALABANZA A MARÍA 

La naturaleza humana de la Virgen fue la que trasmitió a su Hijo la humanidad sacratísima y con ella la condición de ser el Siervo de Yahvé, y en su condición humana unida a la Divinidad, murió por los hombres pecadores y los hizo libres de la esclavitud del pecado. He aquí la amorosa exclamación:

 

“¡Oh María, Esclava de Dios, que haces esclavo a mi Libertador! Que, al que estaba en forma de Dios y que no por hurto era Dios, sino por generación eterna, y por eso tan bueno como su Padre, igual en todo con él, siguiendo tu condición entrando en tus entrañas, le hiciste esclavo. Esclavo, que nos dio libertad y nos libró de la esclavonia de Satanás. Qua libértate Christus nos liberavit

 

ESPIRITU DE GRTITUD 

Fluye de la consideración del inapreciable don de la libertad, que el hombre ha recibido por los méritos de Jesucristo, que, en forma de esclavo, satisfizo a su eterno Padre la deuda contraída por el pecado de todos.

“Gracias te doy, Señor, que, por libertad a los esclavos, entraste en el mundo en forma de esclavo; y gracias doy a la Virgen María, que fue el medio para esta esclavonia, diciendo y confesando de sí que era esclava, al punto de concebir. Como si dijera: Aunque Hijo de Dios y por eso libre, le vuelve esclavo mi condición de esclava: Ecce Ancilla Domini”.

 

POR LA MADRE AL HIJO 

La devoción esclavista de amor a María está dentro de la línea teológica más pura. No se detiene en ella. Pasa por María a Jesús. Y, así como la Virgen no tuvo ni un pensamiento, ni una palabra ni una acción que no estuviera dirigido todo a su Divino Hijo, Rey del universo, así también quien se confiesa esclavo de María ha de anhelar y llegar a practicar lo mismo. Todo de ella y por ella de Dios.

Si todo, hasta aquello que en las buenas obras puede uno enajenar, como son los frutos propiciatorio, impetratorio y satisfactorio. Y la cesión de estos frutos aumentará el fruto meritorio, que es inalienable por fundirse con la misma santidad personal.

“¡Bienaventurada esclava, toda de Dios y para Dios!, que ni un pensamiento la llevó al mundo, ni una palabra ociosa salió de su boca, ni hizo obra que no fuera en servicio de quien la crió y eligió por Madre.

“Ay vírgenes escogidas de Dios!, si entendiesedes en cuanto estrecho os habéis con llamaros esclavas. Ya no sois vuestras, sino de Cristo y de la Virgen; el tiempo que no pasáredes en el Hijo y la Madre, tiempo es perdido, como lo dice San Bernardo”.

 

TODO TUYO 

En estos años del pontificado de Juan Pablo II ha cobrado fama universal el devoto lema de su escudo “Totus Tuus”: Todo tuyo, oh Virgen María. Lo sabemos. No hay discurso, no hay plegaria en que no aparezca el dulce nombre de María. Juan Pablo II, un fervoroso esclavo de María.

Hay concordancia absoluta con estos pensamientos del Libro de la Cofradía.

 

“Si el mundo os pidiera algo de lo que suele, o el demonio os tentare para que pequéis, dice San Fulgencio que le respondáis que no sois vuestras, sino de aquel que os compró con su preciosa Sangre, y de aquella a quien os entregasteis por esclavas de vuestra voluntad; que saquen licencia para lo que quisieren de vuestro Dueño, que sin ella no les podéis hacer placer; y si yo merecí ser esclavo con las esclavas, desde luego despido de mí a mis enemigos, que en ninguna cosa puedo hacer su gusto”.

ACTO DE CONSAGRACIÓN 

La práctica de la Esclavitud Mariana no necesita, propiamente, formula alguna. Es una dedicación constante y de por vida, que arranca del deseo habitual de santificarse, dejándose llevar, diríamos, de la mano de la Virgen María en el camino nada fácil de la cuesta que remata en la cumbre de la perfección. Pero de alguna manera hay que expresarlo.

La fórmula escrita por el Padre Ángeles es breve y devota.

“Mi corazón, Virgen Santa, tuyo es; mis pensamientos, palabras y obras consagro y dedico a Ti, Reina del Cielo y, por Ti, a tu Hijo Santísimo, porque sin T ¿Cómo recibirá tan corta ofrenda? Sancta María, sucurre miseris (y sigue en latín la plegaria tan conocida que, traducida, dice): Santa María, socorre a los miserables, da ánimo a los decaídos, conforta a los débiles, ruega por tu pueblo, protege al clero, intercede por la devota piedad femenina. Sientan tu ayuda todos cuantos celebran tu santa conmemoración”.

(Podría servir también la emotiva plegaria de Juan Pablo II ante la Virgen de Jasna Gora, cambiando, naturalmente, lo que el ofrece como Pontífice y alguno que otro detalle. La plegaria es de las que hacen sentir):

“Oh Madre…, he venido aquí para decirte una vez más: “Totus Tuus” ¡Soy, oh Madre, todo tuyo, y todo lo mío es tuyo!

Todo lo mío, es decir, mi patria también, mi nación.

Oh Madre: ¡He sido llamado a servir a la Iglesia Universal en la Sede romana de San Pedro! Pensando en este servicio universal repito constantemente “Totus Tuus”. ¡Deseo ser siervo de todos! Al mismo tiempo soy hijo de esta tierra y de esta nación.

¡Madre, todo lo mío es tuyo!

¡Madre, todo lo mío es tuyo!

¿Qué más puedo decirte? ¿Cómo confiarte aún de otra manera esta tierra, esta gente, este patrimonio?

Te lo confío tal como sé.

Tú eres Madre, Tú comprenderás y aceptarás.

“Totus Tuus”

No añado más” (L’Osservatore Romano, 3-7-83, p. 9).

 

HASTA SIEMPRE 

Después de haber dejado a sus hermanas en Religión, y con ellas a todos, este precioso y teológico tratadito de la Esclavitud Mariana, se despide Fray Juan de los Ángeles con estas palabras, que rebosan veneración, estima y amor.

“Adiós, vírgenes de Cristo y esclavas de la Esclava del Señor; ayudadme en vuestras devotas, humildes y fervientes oraciones, para que juntos y a una sirvamos a Hijo y Madre, y los gocemos en el cielo y nos gocemos por toda la eternidad. Amén” (ff. 2v-4r).


6

RETOQUE DE LAS ORDENACIONES

 

Las Ordenaciones escritas por la venerable Sor Inés de San Pablo permanecieron intocadas hasta el año 1608. En este año, Fray Juan de los Ángeles, en la visita que hizo a la comunidad, una vez que descubrió la importancia de la Cofradía, se determino a reformar algunas pocas cosas y “comunicar a muchos este tesoro y la grandeza de este nombre”.

 El mismo lo refiere:

“En el año de mil seiscientos y ocho, pasando yo a Guadalajara, por suerte mía llegué a ver una religiosa, que por escrito me había comunicado su conciencia y deseaba que en presencia le dijese particularmente lo que más le importaba para el santo ejercicio de la oración.

Hallé en este convento mucho más de lo que yo esperaba, de lo muy fino de la contemplación y trato amoroso con Dios; él sea glorificado, servido, temido y amado para siempre de todas las criaturas.

Por este camino y con esta ocasión vine a saber de esta Cofradía y Hermandad de las Esclavas y admitido en ella, aunque indigno. En gracia de ellas y servicio de la Reina soberana María, determiné reformar algunas pocas cosas de los Estatutos, y enmendar otras muy pocas y reducirlo todo a mejor orden y comunicar a muchos este tesoro y la grandeza de ese nombre que a los que de verdad lo alcanzaren, hará libres de libertad verdadera.

Y habiendo comunicado esta determinación con nuestro Reverendísimo Padre Fray Pedro González de Mendoza, comisario General de la Orden de nuestro Seráfico Padre San Francisco, por comisión de su Paternidad reverendísima comencé y acabé lo tocante a esta pequeñuela familia de las Esclavas en la forma que verán los que quisieren esta esclavitud libre y libertad esclava” (ff,6v-7)

Que hayan sido pocos los retoques lo vuelve a decir el mismo en la observación que hace al final de la remodelación y cuyas palabras quedan transcritas en la página 45, como exponente también del concepto de santidad que tenia de Sor Inés. Tal como salieron de la pluma del Padre Ángeles que pueden verse en el Apéndice II (p. 95). Las Ordenaciones primitivas han desaparecido.

RECOMENDACIONES

A seguido de lo transcrito, da el Padre Ángeles unas recomendaciones, digna de elogio por la estima con que mira a la Cofradía, verdadero “tesoro” espiritual, y por las cautelas que recomienda a la Madre Abadesa, Presidenta de la Cofradía. Tiene en cuenta que “esta forma de devoción mariana” no es una devoción blandengue y exterior, consistente en rezar algunas oraciones vocales (aunque esto es bueno y meritorio), sino que ha de consistir en un deseo constante de reconversión y transformación del alma en Cristo a imitación de su Divina Madre, la Esclava del Señor.

Lo dice así, muy claro.

“A todas pido y suplico con el encarecimiento que puedo que, pesada la honra que tendrán, teniendo por Señora a la Reina del cielo María y de ser esclavos suyos (dichoso nombre), consagrados todos a su servicio, y los provechos que se le seguirán de ser hermanos de tantas religiosas, y los sufragios que alcanzarán y lo poco que les ha de costar, porque aquí no se trata de intereses temporales ---que está muy lejos de las Esposas de Cristo y de las Esclavas de la Virgen toda codicia y avaricia, porque ellas y cuanto tienen y poseen son de su Señora---,trabajen lo posible por alcanzar un bien tan grande como éste.

Espero, a la señora Abadesa y religiosas suplico sean servidas de mirar mucho a quien reciben, porque no todos sin diferencia merecen tan estimada honra como ésta: pocos y devotos y espirituales y deseosos de agradar a mi Señora la Virgen María y de aprovechar en el servicio de Dios. A quien sea gloria y honra en los siglos de los siglos. Amén”. (f. 7v)

A continuación de estas recomendaciones van las Ordenaciones remodeladas o retocadas por el Padre Ángeles.

Para aquilatar el valor de estas recomendaciones puede verse la página 63, donde se ve que Santos esclavistas de siglos posteriores han coincidido en los juicios y cautelas.


7

¿DIFÍCIL ESTA DEVOCION?

 

La dificultad es similar a aspirar a ser santos y a esforzarse por serlo. No otra es la enseñanza de San Luis María de Grignion de Monfort, célebre apóstol de la Esclavitud Mariana en los siglos XVII y XVIII.

Un breve parangón entre la doctrina de San Luis María y el tratadito de la Esclavitud Mariana de Alcalá, o libro de la Cofradía, se presta a fructuosa reflexión y es altamente aleccionador.

Rimando con las cautelas que da el Padre Ángeles (p. 61), San Luis María escribía un siglo más tarde:

“No es muy difícil alistarse en una cofradía, ni aún abrazar esta Devoción y rezar diariamente algunas oraciones prescritas; lo difícil es entrar en el espíritu de ella, que es hacer que el alma en su interior dependa y sea esclava de la Santísima Virgen y de Jesús por ella. Muchas personas he hallado que con admirable entusiasmo se han sometido a tan santas esclavitudes exteriormente, pero muy pocas que hayan alcanzado el espíritu de esta Devoción y menos que hayan perseverado en él” (El secreto de María en Obras del Santo ‘BAC, 1954’ pp.284-87)

Pero no hay por qué tener miedo ante esta sincera y cordial advertencia.

“No tengáis miedo” es la exhortación frecuente y alentadora que brota de labios del Papa Juan Pablo II. “No tengáis miedo”. Cierto que conducirse como verdadero esclavo de María no es fruto del solo esfuerzo humano, sino del influjo de la gracia generosamente correspondida. Así, el Concilio Vaticano II enseña también: “Todos los fieles, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre” (LG, 11).

Quien no se contente simplemente con salvarse, sino que aspire a ser cada día mejor, debe apreciar en gran manera esta Devoción, y determinarse a comprenderla y llevarla a la práctica. Devoción, a la que el Libro de la Cofradía llama “gran bien” y “tesoro”. 

EXPLICACION ALENTADORA 

La da de primera mano San Luis María:

“Como lo esencial de esta Devoción consiste en lo interior que ella debe formar, no será igualmente comprendida por todos: algunos se detendrán en lo que tiene de exterior y no irán más adelante, y estos serán el mayor número; otros, en número reducido, penetrarán en su interior, pero solo subirán al primer grado. ¿Quién subirá al segundo? ¿Quién llegará al tercero? ¿Quién, en fin, vivirá en el habitualmente? Sólo aquel a quien el espíritu de Jesucristo revele este secreto y conduzca allí, por sí mismo, a su alma fidelísima, para hacerla progresar de virtud en virtud, de gracia en gracia y de luz en luz, a fin de llegar hasta la transformación de sí en Jesucristo y a la plenitud de su edad sobre la tierra y de su gloria en el cielo” (Obras del santo ‘BAC. P.504).

El Santo no se detuvo a explicar cuáles son estos tres grados de santidad dentro de los cuáles se desarrollar la vida espiritual de almas esclavistas, pero ha tenido un fiel discípulo que lo ha intentado.

El Padre Lhloumeau, CM., (La vie spirituelle à l´école de Sant Louis Marie Grignion de Montfort /Bruges, 1954/ p. 4. C.3), conocedor de los escritos y del espíritu de San Luis María ve en los tres grados montfortianos las conocidas tres vías de perfección, que describen los maestros de la vida espiritual.

Mirada la responsabilidad moral que asume el esclavista, al inscribirse en la Cofradía, a través del prisma que ilumina las vi as o caminos por los que se eleva el alma hacia Dios, desaparece el demasiado temor, que, de primera intención, pudiera ser un impedimento para dar el paso.

Las vías o caminos espirituales no son sendas, que, partiendo de un mismo punto, se dividen en tres, sino que es la misma vía ascendente hasta el Monte de la perfección, en la que se distinguen tres facetas o etapas, diferenciadas por la preponderancia de actos virtuosos en los que el alma se ejercita.

Se comprende que haya cristianos, verdaderos esclavistas, que, convertidos de veras a Dios, gocen en llorar sus pecados con lagrimas de contrición y se ejerciten en actos penitenciales para tener propicio a Dios y purificarse de los efectos pecaminosos ---vía purgativa---, para pasar, si son fieles, a la segunda etapa, que es la vía iluminativa.

Se llama así la segunda vía o etapa, porque con el ejercicio constante de obras buenas hechas preferentemente con espíritu penitencial, y muerto, incluso, el afecto al pecado, sobreviene un conocimiento claro de la hermosura y valor de las virtudes y, en contraposición, se acentúa el repudio a la fealdad y desastre que es el pecado, del cual se quiere precaver a toda costa. Ya no es sólo el temor al pecado: es el anhelo de servir y amar a Dios sobre todas las cosas.

Quien persevera con fortaleza en la práctica de las virtudes, cuyo valor y merito conoce, acercándose con la debida preparación a los sacramentos, canales de la gracia, y se ejercita en la oración vocal y meditación diarias metódicamente, y convierte la meditación en compromiso personal de combatir cada día un vicio determinado y se afana por practicar las virtudes cada vez con intención más pura de buscar únicamente la gloria de Dios, alcanzará la  vía unitiva: unión con Dios por encima de todas las criaturas. “Quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios basta” (Santa Teresa de Jesús).    

Fruto palpable de la primera etapa es, según doctrina de San Buenaventura, la tranquilidad de conciencia. Fruto de la segunda es la iluminación con que se ven las verdades sobrenaturales. Y fruto de la tercera es la dulzura del amor de Dios: Dios es amor (Las tres vías o incendio de amor en Obras de San Buenaventura 7Madrid, BAC, 1947/ t. IV p. 142). 

Se comprende también (para los principiantes, digo) que, como no son tres vías diferentes, sino una diferenciada, no se puede poner entre ellas una línea geométrica y clara. Igualmente, habrá que tener en cuenta que el ascender a una etapa superior no significa que no haya peligro de descender. La gracia de Dios exige correspondencia. De aquí que, en ocasiones, en una etapa más alta habrá que volver a emplear medios de santificación propios de fase inferior, si no se quiere descender aún más en el fervor que se ha ido perdiendo. Puede haber interacciones de actos de una vía y otra. Podría aprenderse mucho sobre esto en las Obras espirituales de la Concepcionista franciscana Madre Ángeles Sorazu: Autobiografía y Vida espiritual, sobre todo, en la primera. (La Causa de beatificación de la sierva de Dios está conclusa en la Curia de Valladolid.)                      


DIFICULTAD   ALLANADA 

En la empresa emprendida no estamos solos. Jesucristo ha dicho a todos: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn. 15,5). Y San Pablo ha proclamado que Dios ha elegido lo necio según el mundo para confundir a los sabios y lo que es nada para destruir lo que es, a fin de que nadie pueda gloriarse ante Dios (I Cor. 1,27-29).

La santidad es obra primerísimamente de Dios: al hombre le pide y exige colaboración. Cuanto menos se crea el hombre, mejor dispuesto está para hacerse santo.

La humildad y la pobreza de espíritu (desnudez total) son los pilares que clavó San Francisco de Asís en el suelo para edificar sobre ellos el bellísimo monumento del amor a Dios, culmen de toda santidad. Así, tal como lo vió Murillo, vestido de burdo hábito de sayal, pisando con la punta del pie el mundo, porque mientras vivimos estamos en él, se yergue en grácil rapto a Cristo crucificado, y este, desclavando una mano, lo abraza a su Corazón, fundiéndose los dos corazones en un solo amor: el amor de Dios.

El humilde y desprendido de todo, cuenta con la gracia elevante de Dios. Cuenta con la protección maternal de María, a quien desea servir como voluntario esclavo.

El esclavo de María no está solo en la empresa sobrenatural.                                                      

8

PRACTICA   DE   LA   DEVOCION

 

Practicar la esclavitud mariana es un dedicarse en alma y cuerpo al servicio de Jesucristo por medio de su Madre, María. Repitámoslo confidencialmente. No es una devoción superficial. Al contrario, cala hasta lo más intimo del alma, para transformarla en imagen viva de Cristo, identificándose con la Virgen María por la imitación de las virtudes que ella practicó. La imagen de Jesucristo esta descripta en el Evangelio: obediente y humilde en el misterio de la Encarnación; pobre y peregrino en su Nacimiento; dado a la oración y al trabajo durante toda su vida; consagrado a dar a conocer el Reino en su vida pública; sembrador de la paz y el bien siempre; victima cruenta en la cruz por la salvación de los hombres pecadores; el último suspiro amoroso de su vida; resucitado gloriosamente, esperanza de nuestra futura resurrección.

Dedicación total en consonancia con la triple clarificación de los caminos o etapas, que anteriormente quedan indicados. ¿Y quién no se decidirá a entregarse en la primera fase del recorrido? ¿O es que no se quiere luchar abiertamente con el pecado ni se desea vivamente la salvación?

Implica desprendimiento de todo lo que puede uno enajenar de todas y cada una de las obras buenas que practica. Desprendimiento que consiste en una voluntaria donación depositada amorosamente en manos de María, con el fin de que ella, conocedora de las necesidades de todos los hombres y fidelísima cumplidora de la voluntad de su Hijo, lo distribuya conforme lo pida la gloria de Dios: todo ha sido creado para la mayor gloria de Dios. Y ¿qué voluntad más recta que la de Dios? Y ¿qué intención más pura que la de María, nuestra Madre? Pero ¿qué tememos recelar de la Bondad infinita de Dios y de la misericordia sin límites de la Madre de Dios? Es nuestra miopía espiritual la que nos hace temer. Si conociéramos a Dios y el amor entrañable d María, nos echaríamos en sus brazos con más confianza y entrega con que lo hace el niño en brazos de su madre. ¿Qué mayor confianza en lo humano? Tratemos de llegar a esta confianza en lo sobrenatural.

 

FÓRMULA   CONSAGRADA 

Es la propuesta por San Luis María y tan conocida de las almas marianas:

“Consiste en darse por entero, como esclavo, a María y a Jesús por ella y, además, en hacer todas las cosas por María, con María, en María y para María” (El secreto de María’Oc., p. 279`). 

Digamos sucintamente:

a)     Por María: es el móvil por el que se obra, por agradarla, por amarla;

b)      Con María: viene a ser la causa ejemplar, es decir, obrar a imitación de María, como ella obró en cada momento de su vida: parecerse a María en el obrar;

c)     En María: San Pablo emplea la frase en Cristo Jesús. Así, obrar en María es como sentirse invadido del ambiente espiritual en que María ofrecía sus obras al Altísimo para su mayor gloria

d)      Para María; expresa la intención en el obrar. Se dirige la obra buena a María, no para que quede en ella como meta final, sino para que la eleve hasta su divino Hijo, fuente de todas las gracias y modelo eterno de santidad.

Lo confirma el Concilio Vaticano II: la mediación de la Virgen “lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes con Cristo, la fomenta” (LG, 60).

 

AL GRANO 

Venimos hablando de dejar y depositar algo en manos de María, como en un banco con seguridad de garantías.

¿Qué es, por tanto, lo que, de nuestros haberes, de nuestras obras, dejamos y depositamos voluntariamente para que nuestra Madre disponga de ello?

En toda obra buena (oración, limosna…) se distinguen valores o merecimientos diversos, cuales son:

 Propiciatorio: por el que volvemos a Dios propicio, condescendiente, para con nosotros o para con nuestros prójimos: “Señor se propicio a mí, pecador” (Lc 18,15);

Impetratorio: podemos pedir para quienes queramos y alcanzar de Dios bienes de orden espiritual y temporal: el Padrenuestro, documento o exponente, enseñado por el mismo Jesucristo;

Satisfactorio: el pecador contrae deudas de injusticia y de infidelidad para con Dios, cuando peca. Deudas que hay que satisfacer: “No saldrás (de la cárcel) hasta que hayas pagado el último céntimo” (Lc. 12,58). La deuda se puede pagar de los propios haberes, o con los que otro da para cancelar la deuda.

Meritorio: es el mérito que cada uno adquiere conforme va subiendo por la cuesta que conduce al Monte de la perfección.

De todos estos valores o merecimientos el único que el cristiano, esclavista o no esclavista, no puede enajenar o transferir a otra persona, por su misma naturaleza, es el meritorio, porque se identifica con la propia santidad personal. Y es el índice o nivel de gloria que tendrá en el cielo y le señalará el lugar que armónicamente le corresponde en la inconmensurable corona o asamblea de los Bienaventurados para siempre. 

Son valores de acciones bancarias espirituales el propiciatorio, el impetratorio y el satisfactorio.

Cuando el cofrade esclavista practica una obra buena, los valores propiciatorios o impetratorios irán dirigidos por María a aquellas personas vivas que ella crea más conveniente. De hecho, alguna, experimentará el influjo especial para convertirse, o para no caer en la tentación, o para encontrar remedio en alguna necesidad y, sin conocerlo el cofrade, está obrando eficazmente en esa obra a favor del prójimo.

Los valores satisfactorios, que se ofrecen por los difuntos, serán aplicados por almas del purgatorio en quienes se fijen los ojos misericordiosos de nuestra Madre. Y con María obra el cofrade. Así, cuando el esclavista gana una indulgencia, plenaria o parcial, pasará por manos de la Virgen a un alma determinada, no señalada por el que gana la indulgencia. Y esto, adviértase, aun después de muerto, aunque otros vivos apliquen indulgencias por el alma esclavista: pues todo se ha dejado para siempre en manos de la Divina Depositaria. Realmente es un acto heroico, pero es aumentar el número de intercesores en el cielo, cuales son las almas que salen del purgatorio por las satisfacciones cedidas. Y es aumentar el mérito propio.

¿Qué hacer entonces, si se presenta una necesidad de algún pariente, o amigo conocido? Ofrecer la obra condicionadamente: si es del beneplácito de la Virgen. Y ¿quién mejor que ella sabe lo que conviene a cada uno?

Y se pone también en sus manos el valor meritorio, no para que lo distribuya, pues no se puede enajenar, sino para que lo guarde como óptima Tesorera y lo reserve para la eternidad.

Obrar así es colocar el capital espiritual con intención de que los réditos o frutos que produce incrementen el capital, es decir, que los tres valores que transferimos por caridad a nuestros prójimos, vivos y difuntos, se acumulan al mérito y al gozo personal en la otra vida.

Así, María viene a ser señora del valor de nuestras obras” (San Luis María).

Este lenguaje no será entendido por ningún cristiano que obre con amor de concupiscencia, con amor interesado y con egoísmo. Es perfectamente inteligible para los que practican el amor de benevolencia y de amistad. Al fin, mirando al propio interés, ¿qué supone la lucecita de nuestra inteligencia en comparación de la inteligencia privilegiada de la Madre de Dios? ¿qué de bondad y acierto podremos rastrear en nuestra mezquina voluntad ante la voluntad santísima de la Virgen, identificada en todo con la de su divino Hijo?  ¿En quien, por lo mismo, podemos depositar con más confianza nuestras buenas obras que en tan celestial Depositaria?

Bienaventurados los que llegan a comprender “el secreto de María” 

COINCIDENCIA DE DOCTRINA 

Esta preciosa enseñanza de la Esclavitud de amor, ampliamente expuesta por San Luis María en sus obras tan conocidas: La verdadera devoción y El secreto de María, está igualmente contenida en el Libro de la Cofradía de Alcalá de Henares (Cf. los subepígrafes Por la Madre al Hijo y Todo Tuyo (pp. 55-56).

Virgen Santa, “toda de Dios y toda para Dios, que ni un pensamiento la llevó al mundo, ni una palabra ociosa salió de su boca ni hizo obra que no fuese en servicio de quien la crió y la eligió por Madre”. Y en consecuencia recuerda el Padre Ángeles a las religiosas esclavistas que ya no sois vuestras, sino de Cristo y de la Virgen. No hay nada que no pertenezca por donación voluntaria a Jesús, el Siervo de Yahvé, y a María, la Esclava del Señor.

Y en el subepigrafes Todo tuyo juega graciosamente con los conceptos de compra o redención y de cosa comprada y dueño.

La cosa comprada es posesión total de su dueño. Y vosotras habéis sido redimidas con la Sangre de Cristo. Por tanto, si el demonio os tentare para que os malvendáis, consintiendo en la tentación, decidle que saque primero licencia del Dueño, pues sin su permiso no le podéis hacer placer. Que sois esclavas verdaderas de quien os ha redimido con su Sangre y de aquella de quien Cristo tomó cuerpo mortal y por eso pudo redimiros.

¡Qué exhortación más hermosa a permanecer fieles al compromiso y alcanzar la perseverancia final!

 

FORMACIÓN EN LA ESCLAVITUD 

El fin inmediato de esta Devoción es imitar a María, revistiéndose de las virtudes que ella practicó de manera única. De ahí la necesidad de irse formando.

San Luis María habla de dos modos.

1.     El primero hace referencia al proceso que sigue el artista para lograr reproducir la imagen que artísticamente ha concebido en su mente. Un escultor, para lograr la imagen, escoge un bloque informe de piedra o de mármol o de madera y le da forma. La habilidad del artista lo va desbastando y va contorneando la figura hasta llegar a modelar y pulir la imagen en la forma preconcebida. La perfección de la obra dependerá del genio y cualidades del artista. A mejor artista, mejor obra de arte. Es un proceso lento y muy personal.

2.     Teniendo presente que San Agustín llama a María Forma Dei, molde de Dios, el Santo diseña otra manera de conseguir una imagen perfecta y artística. Consiste en encontrar un molde perfectísimo y luego vaciar en él materia apta que reciba todas sus líneas perfectas y bellas.

El troquel o modelo de que se habla, perfectísimo y bellísimo, es María. Como criatura es la obra de Dios más acabada y, al mismo tiempo, es el molde maravilloso donde se formó la Sacratísima Humanidad de su divino Hijo, Jesucristo. Nada, por tanto, de perfección puede faltar a la Madre de Dios. Jesús, el más hermoso de los hijos de los hombres. Y María-madre, la que la que dio sus rasgos genealógicos a su Hijo, Jesús.

Conocido el troquel, resta encontrar materia moldeable que vaciar. La materia o masa es nuestra alma. Y el alma será lo que quiera nuestra voluntad ayudada por la gracia. El alma humana no es una masa inerte, como la cera, sino una masa viva, siguiendo el símil, o mejor, es un ser vivo dotado de libertad. Y la voluntad humana no será moldeable, mientras no se pliegue y se una al querer de María, unida en todo a la voluntad de Dios.

El querer, de suyo genérico, hay que dirigirlo a múltiples objetivos. Ha de abarcar todos los aspectos virtuosos de la vida de la Santísima Virgen: vida humilde, oculta, laboriosa, amante de la Cruz, llena de celo por la salvación de las almas, de intensa y constante oración con todo lo que significa su misión de Corredentora…

Si se logra hacer de la voluntad una especie de masa blanda por las lagrimas de contrición y dúctil y maleable por los golpes asestados al vicio capital de la soberbia, origen de todo pecado, y es volcada en el molde espiritual de María, saldrá con todos los rasgos virtuosos de la que es Forma Dei, molde de Dios.

Escribe la Madre Ágreda: “Tomó ‘el Verbo al encarnarse’ la posesión de aquel santo tabernáculo y morada ‘María’, agradose de él y su hermosura eminentísima y complaciose y adjudicose por propiedad suya para in aeternum el alma de la más perfecta y pura criatura” (Oc. II parte, n.147).

 

NO HA LUGAR LA VAGANCIA 

La entrega filial que el esclavista hace de si a María, no ha de ser ocasión ni pretexto para tumbarse luego en el surco, adormecido con una falsa y bobalicona confianza de que, por lo mismo que todo queda a merced de la voluntad de la Virgen, ella se encarga de repartirlo según su beneplácito. ¡Cavilaciones egoístas y vanas! Si tu no depositas sino frutos dañados por el tedio, la desgana, el desorden, la tibieza…, frutos, al fin, insulsos ¿qué confías va a repartir entre los necesitados la Madre de la misericordia?

La entrega que un día rubricaste con fervor, acaso con voto o, por lo menos, con propósito firme, ha de ser acicate que impulse a mejor servir al Señor y a la Madre del Señor.

“Si el desear ser perfecto (escribe el Padre Ángeles en boca de su discípulo) fuera perfección, perfectísimo fuera yo en todo género de virtud: porque toda la vida gasto en buenos propósitos y deseos… ¿Y cuántos desearon como yo y lo que yo, que, prevenidos por la repentina y no pensada muerte, arden y arderán siempre en el infierno? ¿Y por qué no temerá otro tanto el que, las manos cogidas en el seno, se consume y acaba la vida deseando? Verdaderamente, yo debo ser aquel desdichado de quien dijo Salomón: “Quiere y no quiere el perezoso”. Y digo desdichado, porque de querer y no querer se forma y cuaja un querría, tan lejos de efectuarse lo que se desea, cuanto cerca del castigo de los tibios, que es estarlos Dios lanzando de su estómago y trocándolos por vómito” (“Conquista del reino de Dios”, Diálogo primero, 1). 

No, no ha lugar la vagancia. 

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MOTIVOS PARA HACERSE ESCLAVO

 

1.      Porque nos consagra en alma y cuerpo al servicio de Dios y de su Santísima Madre, y nos hace un objeto santo dedicado al culto divino.

2.     Porque imitamos a Jesús y a María, que en todo cumplieron la voluntad del Eterno Padre.

3.     Porque María atrae a las almas con un atractivo impresionante: es la fascinación de la Virgen.

4.     Porque se cumple el fin de la creación entera: dar gloria a Dios. Todo cuanto hagáis hacedlo a la mayor gloria de Dios (Cor. 10-31).

5.     Porque la devoción a María lleva a la unión con Cristo, pues como dice el Vaticano II, “lejos de impedir la unión inmediata con Cristo, la fomenta” (LG,60).

6.     Porque proporciona una gran libertad de espíritu: la libertad de los hijos de Dios.

7.     Porque es la manera más excelente de amar al prójimo y de cumplir con el precepto del amor; amor que se extiende a vivos y difuntos.

8.     Porque siempre será cierto el aforismo: la devoción a María es prenda segura de salvación. ¿y quién tiene asegurada la perseverancia final? Hay que ir mereciéndola.

 

VENTAJAS

a)     Aumentar en cada obra buena el mérito personal.

b)     Y si interviene el voto, se duplica.

c)     Merecer la protección eficaz de María. Si nosotros damos para que ella dé de lo nuestro, adquirido por la gracia ¿Cómo no va a remunerar con creces nuestra ofrenda?

d)     Se llegará a experimentar una devoción:

Interior y tierna: que nazca del corazón; que tenga la delicadeza y ternura, mayor aún que la de un niño con su madre natural;0

Santa: enemiga de todo pecado; basada en la humildad y desprendimiento de las cosas de la tierra;

Constante; téngase por perdido el día, la hora, el momento en que no se obra por amor a María. Aún en tiempos de sequedad y hastío, ya que la devoción consiste en la voluntad de obrar y obrar bien, no en el sentimentalismo.

Desinteresada: sin buscar nuestro interés y complacencia, sino la gloria de Dios y el bien de los demás.

 

¿INCONVENIENTES? 

De fundamento no hay ninguno que se pueda oponer a esta Devoción. En el fondo serian pretextos humanamente egoístas.

Si me despojo ---se dirá--- en mis buenas obras de todos sus valores menos del mérito, me quedo desamparado: ni puedo rogar por mí, ni puedo satisfacer por mí, ni aceptar las satisfacciones que, después de mi muerte, pueden aplicárseme. Verdad que así es en cierto modo. Pero es una óptica humana. Sobrenaturalmente hablando, hemos de admitir que por encima de nuestro mezquino enfoque, está la visión alta y clara de la Madre de Dios, que desde el cielo mira a todos sus hijos de la tierra; y conoce incomparablemente mejor que nosotros nuestras necesidades y lo que nos conviene; que no podemos pensar que haya caridad mayor que la de ella para con nosotros, porque así se lo ha concedido el Todopoderoso. Por tanto ¿en donde mejor que en su amor podemos buscar refugio y consuelo? Estas miras humanas desaparecen en la verdadera devoción.

Una reflexión: Queda expuesto que el esclavista puede comprometerse a practicar la esclavitud mariana con mero pero firme propósito o con voto.

En el primer supuesto, si se quebranta el propósito, el pecado será grave o leve según sea la materia: grave en materia grave, leve en materia leve. La consecuencia deplorable sería de infidelidad, que siempre se da, cuando se rechaza una inspiración clara de la gracia.

En el segundo supuesto, o caso de haber intervenido el voto, la consecuencia muchísimo más deplorable es la aneja a todo voto: el sacrilegio. El voto, aún privado, obliga de suyo, salvo condición en contrario, bajo pecado mortal en materia grave, y siempre bajo leve en materia leve.

Tales infracciones pueden darse, sobre todo, en el primer grado o etapa, sin excluir absolutamente los dos más altos, aunque moralmente hablando, está más consolidada la virtud. Sin embargo, las advertencias del evangelio son frecuentes y serias, como “nadie que pone la mano sobre el arado y mire atrás, es apto para el reino de los cielos” (Lc. 9,62).

Si sucediera la caída ¿Qué hacer? ¿Abandonarlo todo? No. Queda siempre el camino del arrepentimiento. Reiterar el “Yo pequé”, recibir la absolución sacramental, y adelante en el empeño en subir la cuesta. En ocasiones, supuesta la caída, deplorado y llorado y borrado el pecado por la gracia sacramental, puede ser motivo de dejar una vida disipada y tibia y emprender una vida más fervorosa por el pecador, aleccionado por el doloroso percance.

Ha quedado herido en su soberbia. Y fundado en la verdadera humildad, volverá los ojos a la que todo puede, porque su querer ante Dios es poder, y ejercerá el gran oficio de la misericordia.

No la caída nunca ha de ser motivo para dar paso atrás, sino con verdadero arrepentimiento y con la protección de María, reemprender el camino difícil de la salvación y de permanecer fieles a la Esclavitud Mariana.

 

FIDELIDAD A LOS ESTATUTOS 

(Los nuevos Estatutos adatados a estos tiempos están en trámite de aprobación.

Se ha visto la necesidad de aligerar, salvado lo esencial de la Esclavitud, el contenido de los Estatutos u Ordenaciones de la sierva de Dios Sor Inés de San Pablo, que el Padre Ángeles retoco ligeramente, como queda explicado. Así quedan más al gusto de estos tiempos. El valor teológico está en la verdadera esclavitud mariana, pero los Estatutos son una norma válida de vida).

 La fidelidad a estas normas estatutarias será como el termómetro que marque el progreso que se hace en el amor a la Madre de Dio y a su Hijo, y será también la balanza que pese los quilates de la corona que será ceñida a la frente del fiel cumplidor: “Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida” (Ap. 2-10).


APENDICE I

1       FRAY JUAN DE LOS ÁNGELES

2       JUICIOS APRECIATIVOS DE CÉLEBRES ESCRITORES

EL MAESTRO MARCELINO MENENDEZ PELAYO

JUAN DOMINGUEZ BEA

ANJEL VALBUENA PRAT

BALBINO MARCOS

MELQUÍADES ANDRES

OTROS

 

3       OBRAS DEL PADRE ÁNGALES

 

FRAY JUAN DE LOS ÁNGELES 

Aunque la excelencia de “esta forma de devoción mariana” se recomienda por sí misma y tiene el aval de tantos santos que la han vivido, juzgo oportuno por lo que hace a la primera Cofradía de la Esclavitud Mariana, mencionar a Fray Juan de los Ángeles por lo vinculado que está y por la influencia que ejerció en la Cofradía. No solamente alabo el bien espiritual o “tesoro” que contiene, sino que con amo esclavista se impuso la tarea de retocar las Ordenaciones escritas por la fundadora Sor Inés de San Pablo y prestigió la nueva asociación con el nuevo opúsculo que escribió en 1608 con el título de Libro de la Cofradía, verdadero tratado de la Esclavitud Mariana.

Del estudio erudito y pacienzudo del Padre Jaime Sala OFM., que vió la luz pública en 1912, selecciono estos datos:

Nació por el año 1536 en la Corchuela, así llamada por los alcornoques de sus alrededores. Era y es una aldea de Oropesa, obispado entonces de Ávila, y hoy arzobispado y provincia de Toledo.

Cursó estudios en el Colegio de Humanidades de Oropesa. Más tarde, ya religioso, fue colegial de la Universidad de Alcalá. Oyó también a buenos maestros en Salamanca. Fue profesor de ciencias sagradas en su Provincia Franciscana de San José.

 Desempeño cargos de autoridad en la provincia religiosa, y mereció ser elegido Ministro provincial de la misma. Viajo por el extranjero con miras a aumentar sus conocimientos. Fue celebrado predicador e incluso en la Corte española, y solicitado director de almas, entre las que se cuenta Sor Margarita de la cruz, princesa de España, profesa en el convento de las Descalzas Reales de Madrid.

Con fama de virtuoso y santo, murió en 1609, a los 73 años de edad, probablemente en el mes de diciembre, y fue enterrado en el convento de las Descalzas Reales de Madrid (P. Jaime Sala, OFM., Obras místicas del M. R. P. Fr, Juan de los Ángeles ‘Madrid, 1912’). 

A estos datos escuetos que jalonan la andadura del Padre Ángeles por este mundo, se suman en estos tiempos los juicios elogiosos que autores de nombradía hacen públicos acerca de su destacada personalidad y de la valía de su producción literaria.

La aureola de excelente escritor y de virtuoso varón con que circundan su frente, repercute en la importancia que el dio a la Nueva devoción de la Esclavitud Mariana, a la cual dotó de ordenado contenido teológico. Prendado del valor espiritual de la misma, se rubricó por indigno esclavo de la Madre de Dios, y se convirtió en denodado propagador.

Lo que omitieron sus coetáneos, lo han puesto de manifiesto en estos tiempos quienes, dedicados a explorar el rico acervo de la espiritualidad española del Siglo de Oro, han descubierto los valores de su personalidad y los profundos conocimientos que poseía de las ciencias junto con el gusto exquisito y atildada expresión en cuanto escribía.

El merecer ser citado entre los mejores escritores ascético-místicos le hace acreedor a fama imperecedera.

Van a continuación una serie de juicios, bien ponderados, de escritores destacados en el campo de las ciencias y de la literatura.

EL MAESTRO DON MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

 

“Los libros más clásicos y bellos acerca del amor de Dios, durante el siglo XVI, son debidos a plumas de frailes Menores, y entre ellos daría yo la palma, de buen grado, al extremeño Fr. Juan de los Ángeles, uno de los más suaves y regalados prosistas castellanos, cuya oración es rio de leche y miel. Confieso que es uno de mis autores predilectos: no es posible leerle sin amarle y sin dejarse arrastrar por su maravillosa dulzura, tan angélica como su nombre. Después  de Los nombres de Cristo, que yo pongo, en la relación de arte y en la relación filosófica, sobre toda nuestra literatura piadosa, no hay libro de devoción que yo lea con más gusto que los Triunphos del amor de Dios y los Diálogos de la conquista del espiritual y secreto reino de Dios, libros donde la erudición profana se casa fácil y amorosamente con la sagrada; libros donde asombra la verdad y la profundidad en el análisis de los afectos; libros que deleitan y regalan por igual al contemplativo, al moralista y al simple literato… Si el ingenio oratorio y expansivo de Fr. Luis de Granada busca a Dios en el espectáculo de la naturaleza y se deleita en magnificas descripciones de la armonía que reina entre las cosas creadas, el ingenio psicológico de Fr, Juan de los Ángeles le busca en la silenciosa contemplación del íntimo retraimiento de la mente, a la cual ninguna cosa creada puede henchir ni dar hartura…” (Antología general de Menéndez Pelayo II ‘Madrid, BAC. 1956 p. 807-808. Nn. 4401-4402).

 

JUAN   DOMINGUEZ   BERRUETA

Catedrático y especialista en temas de espiritualidad española. Además de la monografía Fr. Juan de loa Ángeles (Madrid, colección PAX, 1936), en Santa Teresa de Jesús, libro editado en Espasa Calpe (Madrid 1934), escribe, poniéndolo al lado de la Santa y San Juan de la Cruz, los siguientes elogios:

“Demos un paso más en la evolución de las ideas místicas, y nos encontramos con Fr. Juan de los Ángeles, el autor ortodoxo de mayor relieve como expositor de doctrina, como predicador erudito, como modelo de clasicismo castellano.

Santa Teresa y San Juan de la Cruz son los grandes místicos insuperables castellanos. Fr. Juan de los Ángeles es el escritor de mística no superado aún. Los dos grandes santos han vivido la vida mística en grado heroico. Fr. Juan de los Ángeles la ha comentado y glosado en sus libros (p. 195).

Las obras de Fr, Juan de los Ángeles encierran todo lo que se sabía de mística en su tiempo, sin que quepa en ella otra originalidad que la del estilo y del lenguaje de la exposición” (p. 196).

 

ANGEL VALBUENA PRAT 

Profesor y crítico de historia de la literatura

“La figura más típicamente mística de la segunda generación fue un franciscano ‘Fray Juan de los Ángeles’, de las mismas tierras de Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Heredo de ambos el mundo de los más puros amores y el “reino interior”, y compite con ellos en dignidad literaria…

El paisaje, el arte de su tiempo aparecen citados por la despierta sensibilidad de nuestro escritor… Hay todo un mundo “sin ruidos de palabras”, que se adivina en la inteligencia superior, en la sensibilidad exquisita de este gran escritor gran director de almas y gran místico” (Literatura castellana I ‘Barcelona 1974’ pp. 327 y 330).

 

BALVINO MARCOS 

Profesor en la Universidad de Deusto (Bilbao). Reconoce en el escritor la valiosa cualidad, entre la demás, de psicofisiológico. Al tratar de la “Literatura religiosa en el Siglo de Oro español” (t. III-2. De la Historia de la Iglesia en España ‘Madrid, BAC MAYOR, 1980’), lo justiprecia de esta manera:

“Este ilustre franciscano fue un hombre de extraordinaria cultura religiosa y profana… Su más peculiar originalidad reside en la importancia que concede a los estudios psicofisiológicos, como punto de partida para comprender mejor las experiencias y fenómenos espirituales y místicos… No expresa ningún pensamiento o sentimiento que no haya vibrado antes profundamente en su corazón…

La producción ascético-mística de Juan de los Ángeles tiene que ser resultado forzoso de su temperamento, de su vida espiritual afectuosa y anhelante. A la enseñanza profunda y práctica sabe juntar la ternura y la suavidad, la dulzura de un corazón sensible y el vuelo de una ardiente inspiración. El era elegante y delicado, deliciosamente íntimo, y, como consecuencia, todo lo realizado por él brotó de la influencia amorosa… De toda la riqueza interior, de la cultura y del buen gusto de este insigne franciscano, es fácil adivinar un estilo fluido, cordial, luminoso, elegante, y de una prosa de las mejores de nuestra lengua” (pp. 466-470).

 

MELQUIADES   ANDRÉS 

Catedrático. Bien informado en la historia de la teología y mística españolas.

En su libro extraordinario Los recogidos. Nueva visión de la mística española (1500-177) ‘Madrid, 1976’, le dedica el capitulo XI (pp. 276-310).

A lo largo del estudio le cita continuamente en exposiciones doctrinales y en cuadros comparativos con otros místicos. En el capítulo XXV “Poesía y recogimiento” le incluya hablando así:

“Cuando esta vivencia espiritual se hace presente en el mundo mágico de Juan de la Cruz, de un Fray Juan de los Ángeles, o de un Antonio de Panes, asistimos, entonces, a una autentica creación poética, en que la perfección y la belleza de la obra humana brotan de la honda raíz, de la escondida fuente a donde el alma del poeta se halla recogida y en donde padece la acción de Dios” (p.787). Y en la antología poética que   añade figuran el nombre y versos de Fray Juan (788, 792-93).

Asimismo, este autor en “pensamiento teológico y vivencia religiosa en la Reforma española” (t. III-2, e la Historia de la Iglesia en EspañaMadrid, BAC Mayor, 1980’), incluye al Padre ´´Ángeles entre los autores místicos y afirma ser una “gran suerte de nuestra mística haber sido vivida y descrita por teólogos excelentes” (p321).

 

OTROS 

Sin pretender dar una lista completa de los que han escrito sobre Fray Juan de los Ángeles, añado estos nombres: Pedro Sainz Rodríguez en Espiritualidad española (Madrid 1961). Helmut Hatzfeld, catedrático, Estudios literarios sobre la mística española (Madrid, Gredos, 1976) Antonio Torro, OFM, Estudios sobre los místicos españoles: Fray Juan de los Ángeles místico-psicólogo, 2 vols., Barcelona-Madrid, 1924.