SOR INÉS DE SAN PABLO
Fundadora de la primera Esclavitud Mariana
(Por Fray Enrique Gutiérrez, OFM)
PRESENTACIÓN
La referencia expresa de Juan Pablo II en su discurso mariano en Zaragoza (8-11-82) a esa forma de devoción que se llama Esclavitud mariana, junto con el valor intrínseco de la devoción, ha sido un impulso más para ordenar estos apuntes a cerca de Sor Inés de San Pablo y de la primera Cofradía de Esclavitud Mariana que ella estableció en su convento de Alcalá de Henares en el siglo XVI.
Si la devoción de la esclavitud mariana “justifica nuestra actitud de esclavos de María por singular relación con ella tiene con respecto a Cristo”, siempre será una forma válida de santificación.
Enseña la teología mariana que la devoción a María en el plan salvífico querido por Dios es necesaria para conseguir la salvación y de modo peculiar, para alcanzar la santidad.
Lo comprendió y lo llevó a la práctica la venerable religiosa Sor Inés de San Pablo que, alimentada con la enjundia de la espiritualidad de su propia Orden, vivió generosamente esta devoción y ardió en deseos de que se practicara no solo individualmente, sino comunitariamente: en hermandad. Es su mérito personal.
Fray Juan de los Ángeles ha escrito de la sierva de Dios que “tuvo un vehemente impulso dentro de su corazón que la llevaba, como con fuerza de rapto, que la llevaba a hacer una Cofradía y Hermandad de las religiosas de dicho convento y otras personas recogidas y de espíritu” (Libro de la Cofradía, f,5v).
Indicado el motivo de ordenar estos apuntes, cierro de líneas de la presentación con unas palabras de San Ildefonso de Toledo que citó Juan Pablo II en el discurso mencionado:” Por eso soy yo tu esclavo, porque mi Señor es tu Hijo. Por eso tú eres mi Señora, porque tú eres la esclava de mi Señor. Por eso soy yo el esclavo de la esclava de mi Señor, porque tú has sido hecha la Madre de mi Hacedor.” (Mensaje de Juan Pablo II a España p. 178,4)
1
INFANCIA DE LA SIERVA DE DIOS
Fuentelencina (Guadalajara) con rango de villa fue la cuna de Inés de San Pablo. Es población pequeña. Asomada al oeste a un barranco no profundo con corteza de lastra y parcelas labradas, al sur se extiende una extensa llanada de labrantío y extensiones de terreno sombreado de encinares. Sus habitantes, labradores de profesión, cultivan sus campos con ribazos de salvias y espliegos.
En la plaza porticada se levanta en uno de sus lados el edificio armonioso del Ayuntamiento con tres flamantes escudos sobre la puerta: uno de ellos el de la Villa con expresivo lenguaje heráldico: una fuente, una encina y en el cuartel inferior un león lenguado de rojo, como aparece claro en los escudos pintados. En el centro de la plaza el emblema de una hermosa fuente: Fuentelencina. El cuadrado del suelo, empedrado de guijarros con mucho gusto. Afán del señor alcalde, don Francisco Sánchez Plaza.
Tuvo la villa muralla defensiva, hoy totalmente derrumbada fuera de algún resto que se yergue altanero y aún desafía la furia de los tiempos: tal la vetusta puerta de la muralla conocida por la Mora Encantada. La leyenda está diciendo en defensa de quién se construyó. Reconquistada la fortaleza para el cristianismo, cambió por completo el ambiente religioso.
La iglesia parroquial con esbelta torre que domina majestuosa la población, está dedicada a la Asunción de la Virgen. Iglesia del siglo XVI. Retablo plateresco con varios paneles.
Haciendo corte a la parroquia, las ermitas diseminadas por los alrededores: San Agustín, San Bartolomé, San Valentín y, más cerca de la población, la Soledad. También existió la iglesia de las monjas, convento de Concepcionistas Franciscanas fundado en 1602. Las monjas se agregaron en 1804, pocas entonces, a las del convento de Pastrana. Hoy, sólo se conserva la Soledad. Las otras son ruinas o solares. Como punto de referencia para localizar Fuentelencina, Pastrana, a unos, 12 kilómetros al NO.
En este marco geográfico y en un ambiente de rancia raíz cristiana vino al mundo Inés de San Pablo. Ambiente religioso que tiene las mismas características del reinante en la España del siglo XVI, siglo en el que el pueblo entendía y gozaba con los Autos sacramentales. La feligresía de Fuentelencina en el espacio de 17 años (1573-1590) ofreció al convento de Concepcionistas Franciscanas de Alcalá de Henares seis virtuosas doncellas: tres hogares que dieron cada uno dos de sus hijas, que consagraron al Señor y a la Virgen Inmaculada su virginidad.
A las fiestas patronales de le Asunción, siguen en solemnidad las de San Agustín (28 de agosto). Los festejos que en plan de romería celebraba el pueblo en la ermita del Santo, al haberse derrumbado la ermita, se han trasladado a la parroquia, y se celebran con el mismo ceremonial de tiempos pasados. Estas costumbres que perviven, dan idea de lo que vivió Inés de San Pablo en los años de su infancia.
FICHA GENEALÓGICA
La ficha genealógica se puede recomponer.
La partida de la vestición de hábito, el 7 de octubre de 1575 en el convento de Alcalá de Henares, atestigua que es hija de “Juan de Soria, vecino de Fuentelencina”, sin más datos de los padres. Fray Juan de los Ángeles escribía en 1608 que se recogió en el convento “desde su más tierna edad, apenas 10 años”. (Libro de la Cofradía, f. 5v)
En el libro II de bautizados de la parroquia de Fuentelencina, se registran las partidas de cuatro hijos de Juan de Soria y de María su mujer, a distancia de tres años entre cada uno de los hijos. La primera de nombre María, fue bautizada el 19 de diciembre de 1557; el segundo de nombre Hernando, el 23 de octubre de 1560; el tercero, otro hijo, cuyo nombre resulta indescifrable por el deterioro del margen del folio y desgaste de la tinta, el 25 de abril de 1563, y la cuarta es una hija, que lleva el nombre de Lucia, el 31 de marzo 1566.
No se encuentran más hijos inscritos del matrimonio Juan de Soria y de María. Hasta este año 1566 no aparece tampoco ninguna niña bautizada con el nombre de Inés. Unos años posteriores a éste está inscrita una Inés, pero sus padres son distintos.
¿Podremos identificar a Lucia con Sor Inés de San Pablo? La fecha del bautismo coincide con lo que escribió Fray Juan de los Ángeles, es decir, “una santa religiosa… recogida y consagrada a Dios desde su tierna edad, apenas de diez años” (Libro de la Cofradía, f. 5v).
Cuanto al nombre de los padres no cabe duda. En la partida de nacimiento de María se escribe que es “hija de Juan de Soria y su mujer, María Rubia”. En la de Hernando, que es” hijo de Juan de Soria y de su mujer, María Rubia”. En la del hijo de nombre indescifrable se lee, asimismo; “de Juan de Soria y de su mujer María” (no añade nada más).
La partida de bautismo de Lucia dice textualmente, transcrita sin abreviaturas: “Domingo, último día de marzo de mil quinientos sesenta y seis años bautizó el señor Francisco Pérez, clérigo, bautizó (sic) a Lucia, hija de Juan de Soria y su mujer (sin más). Fue su compadre Lope de Belmonte y su mujer. — Francisco Pérez (rubricado.
Habrá que decir que, al entrar en religión, cambio de nombre y prefirió el de la mártir Inés al de la mártir Lucia. Costumbre que se seguía también en la Orden.
De hecho y con toda certeza, a la fundadora de la Cofradía de la Esclavitud Mariana en Alcalá de Henares se la conoce por Sor Inés de San Pablo, “hija de Juan de Soria, vecino de Fuentelencina, como queda expuesto. Yo siempre la llamaré Inés.
AL DESPUNTAR EL ALBA
A la niña, decidida y de firme voluntad, nos la imaginamos en el entorno popular de Fuentelencina, participando con las niñas de su edad en las funciones de iglesia, en el aprendizaje del catecismo, en las funciones típicas del pueblo, en las recreaciones y juegos infantiles, en las visitas periódicas con sus padres a las ermitas tan devotas de los alrededores, ya nombradas…
Pero en aquella alma, blanca como una azucena, fue brotando el germen de algo atrayente, que no encontraba en el nivel de la piedad de sus convecinos, y percibió con claridad la llamada a una vida de más unión con Dios. También siguió la misma llamada su hermana María a sus 18 años. Inés, con sus 10 años por cumplir no quiso separarse de ella ni retardar el cumplimiento de su devoción. Lo acredita la partida de vestición del hábito religioso:
“Entraron monjas la señora María de la Cruz y su hermana Inés de San Pablo, hijas de Juan de Soria, vecino de Fuentelencina. TRUJERON DE DOTE CADA UNA SETECIENTOS DUCADOS Y CIEN DE AJUAR. Tomaron el hábito a 7 de octubre, año de mil y quinientos y setenta y cinco” (Partida de toma de hábito f.2)
Tiempos de hervor cristiano. Siglo de grandes afanes religiosos y sociales. Figuras de santidad a lo largo y a lo ancho de la geografía española. Halo refulgente de santidad en las Teresas de Jesús, Ignacios de Loyola, Pedros de Alcántara, Juanes de Ávila…Siglo que ha merecido el calificativo de Siglo de Oro: en las ciencias, en las artes y, de manera singular, en los saberes teológicos y en el culto a la piedad.
Inés sale a los diez años de su parentela y fija su morada en un convento de Alcalá, anhelosa de emprender su vuelo hacia el monte de la perfección.
Santa Inés virgen y mártir, fue su inmediato y atrayente modelo en la doble condición de virginidad y de martirio.
Virgen Santa Inés, de ella aprendió la inocente Inés el valor de la virtud angélica y la excelencia de mantener integro su amor, sin repartirlo indebidamente entre Dios y las criaturas. Seria ofrenda pura al Cordero inmaculado, que se apacienta entre lirios y cuya sangre engendra vírgenes.
Mártir Santa Inés a los doce años, la contemplación del martirio fraguo en la niña Inés aquel temple de vida, rodeada de santa mortificación de sentidos y potencias para adiestrarse en los combates espirituales y no decaer el ánimo en el constante batallar hasta conquistar la cumbre de la santidad. Ya en la cima, vendría el reposo alegre y amoroso con el Dueño y Señor de todo. Candor de azucena, sangre de amapola.
Hablar de practicar la virtud es hablar de subir y subir. En esta época se escribieron las obras maestras: Subida al monte Sion del franciscano Fray Bernardino de Laredo (1540), y Subida al Monte Carmelo de San Juan de la Cruz (1591). Las leyera o no las leyera Sor Inés, su vida fue una perseverante ascensión hacia Dios, verdad que ilumina y amor que enciende.
Para no lamentar caídas y retrocesos, se afirmo a firmísimo apoyo, cual fue la práctica de la esclavitud amorosa a la Madre de Dios, la Esclava del Señor.
ENTORNO CLAUSTRAL
El comienzo de la vida religiosa de Sor Inés coincidió con los días de la fundación del convento, edificado con la ayuda y protección de Don Gutirre de Cetina, canónigo de la Santa Iglesia de San Justo y Pastor de Alcalá. Vino de la Concepción Francisca de Guadalajara por abadesa Doña Ana de Peñalosa (que lo era del convento), y por vicaria Doña Catalina de Peñalosa de La Latina de Madrid (vicaria igualmente en esta comunidad). Se les agregaron algunas otras, entre las cuales se cuenta Doña Laurencia del Castillo, sobrina del fundador. “Entraron por fundadoras en el nuevo convento en diez de mayo de mil y quinientos y setenta y tres años, primer día de Pascua del Espíritu Santo” (Acta, f. 1).
Para darnos una descripción cabal de la primera comunidad, ninguna pluma mas acreditada que la atildada y amena de Fray Juan de los Ángeles, que trato con la comunidad, al poco tiempo de haber muerto Sor Inés de San Pablo.
Aunque sea reiterando lo que ya esta publicado, juzgo oportuno transcribir lo que dejo escrito el Padre Ángeles:
“Muchas gracias doy a mi Señor Dios, hermanas carísimas, y pido a los ángeles y bienaventurados todos se las den en tiempo y en la eternidad por la merced que me ha hecho en darme a conocer ese santo convento y religiosas de él, porque de las pocas veces y corto tiempo que he tratado con vuestras mercedes mi alma ha recibido particulares consuelos, y mi espíritu aliento no pequeño en el servicio de este Señor, desterrada gran parte de mi flojedad y tibieza; y entre otras muchas cosas que me han edificado en esta santa comunidad de que (sin lisonja) para gloria de Dios haré aquí mención, son estas: la paz de todas tan uniforme, la hermandad tan llana, el recogimiento tan estrecho, la oración tan continua, los coloquios de las mas aprovechadas con el celestial Esposo tan ordinarios, los gustos y consolaciones divinas, tan sin tasa, los ejemplos de virtudes tan raros, las platicas tan concertadas y de edificación, la caridad tan en su punto, la obediencia tan sin examen ni replica, la humildad tan profunda.
Por lo cual han querido (dejando a una parte el honradísimo titulo de Esposas de Cristo) tomarle de Esclavas de su Madre Santísima. Confieso en verdad que, en oyendo este nombre, se me derritió y regalo el corazón y se me lleno el ánima de un desacostumbrado gozo con un entrañable deseo de verme admitido y escrito en esa santa Hermandad. Pero ¡qué dicha tan grande la mía! Apenas hube significado este deseo, cuando las Esclavas me recibieron me recibieron por hermano suyo, y esclavo juntamente de quien ellas lo son”. Y, al hablar concretamente de la Cofradía y del “bien tan grande” y “tesoro”, como es pertenecer a ella, escribe: “Halle en este santo convento mucho más de lo que pensaba, de lo muy fino de la contemplación y trato amoroso con Dios; él sea glorificado, servido, temido y amado para siempre por todas las criaturas” (“Libro de la Cofradía”, ff.1v y 6v).
Sor Inés contribuyo, cual ninguna, a forjar este vigoroso clima conventual. Y lo vivió “con tanto aprovechamiento espiritual que a todas era ejemplo de virtud y estimulo para más perfectamente servir a Dios” (f. 5)
En este acogedor ambiente de espiritualidad se fue abriendo el alma de la joven Inés al hermoso y variado mundo interior, que todos llevamos dentro, y fue quedándose prendada de las maravillas, que Dios tiene reservadas para los que con sencillez y perseverancia lo buscan de corazón.
Se dejó guiar, y con más fe aún en los tramos de peligro que suele haber en el camino de la perfección, de la luciente Estrella, que es la Virgen Inmaculada, y llego a la altura de santidad, de la que da testimonio su primer biógrafo.
2
ESPIRITU DE AMOR ESCLAVISTA
El espíritu de generosa esclavitud es un don contenido en el Evangelio, para muchos oculto, pero que a todos se brinda.
Todo hombre conoce la existencia de un Ser supremo, que llamamos Dios, y con él se siente relacionado. Es la relación indefectible entre Creador y criatura, entre Bienhechor y favorecido, entre Dueño y siervo. “Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos” (sal. 99,3). “Todo ha sido hecho por él y sin él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho” (Jn, 1,3).
Cuando la vinculación de servicio llega a la perfección, es esclavitud amorosa esclavitud voluntaria, esclavitud que libera hasta del temor servil e impele a no negar ni una brizna del propio ser al que es Dueño de todo.
La clave para interpretar y valorar el significado de la libre y generosa esclavitud esta en conocer la disposición de la voluntad humana. Se exige un profundo conocimiento de Dios y no solo a la luz de la razón, actualmente obnubilada por la turbulencia de las pasiones, sino a la luz clara de la verdad revelada. Y a la verdad descubierta seguirá, en consecuencia, la acción. Porque ¿de que aprovecharía conocer que debo servir en todo a Dios, si de hecho no le sirvo?
El conocimiento progresivo de Dios y de sus misterios, la persuasión cada vez más intima de que nada se debe temer de la infinita Bondad de Dios, fuera del pecado, la consideración de que el mismo Dios ha hecho un derroche de amor con el hombre, al enviar del cielo a la tierra a su mismo Hijo Jesucristo, que, engendrado y nacido de mujer, ha reconciliado a los pecadores con su Eterno Padre, muriendo por ellos en la cruz, el deseo ardiente en suma, de corresponder con amor generoso al que de tal manera nos ama, suscita en el alma devota la ardorosa determinación de servir y amar de todo corazón al que así nos ama y nos da la facultad de amarlo. “¿Quién como el Señor Dios nuestro, que se eleva en su trono, y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?” (Sal.113,5-6). “Sabed que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos” (Sal.99,3).
Si suyos, servidores, siervos.
EL SIERVO DE YAHVE
Jesucristo, el primogénito entre los hermanos, es el esclavo por excelencia. Isaías, a quien se llama también el quinto evangelista por la precisión de sus vaticinios acerca del Mesías esperado, ha trazado en su libro los rasgos inconfundibles del Siervo del Señor. Entre otros:” He aquí a mi Siervo a quien yo sostengo” (42,1). “Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban…, no hurte mi rostro a los insultos y salivazos” (50,6). “Por su conocimiento mi Siervo justificará a muchos” (53,11).
Jesús se convirtió en siervo, al asumir su santísima humanidad en el vientre virginal de su Madre, María: “Y la Palabra se hizo hombre” (Juan. 1,14). “En ese bendito momento –podemos creerlo—todo el cielo contemplo y quedó suspenso ante le entrega inicial, que la humanidad de Jesús hizo de sí mismo al Padre” ha escrito el abad Marmión (Jesucristo, ideal del sacerdote –Bilbao, 1952, p.30) Por su humanidad sacratísima, fue el siervo del Señor y cargo sobre Sí los pecados de todos y se ofreció como Victima expiatoria: “Heme aquí, que vengo, para hacer ¡oh Dios! Tu voluntad” (Heb. 10,7).
LA ESCLAVA DEL SEÑOR
Esclava es la misma Madre del Siervo de Yahvé, la Virgen María. Y ¡en qué momento de su vida se proclama la Esclava del Señor! Un mensajero especial, el Ángel Gabriel, creado por Dios, según algunos escritores, para llevar a cabo esta embajada trascendental, viene de lo más alto del cielo de parte de Dios a anunciarle algo, que, en su humildad, la hunde en lo más profundo de su ser. “No temas, María-- le dice el Ángel--, porque has hallado gracia delante de Dios, y concebirás en tu seno y darás a luz a un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús… Dijo María al Ángel: ¿Cómo podrá ser esto pues no conozco varón? El Ángel le contestó: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por eso el hijo engendrado será santo y será llamado Hijo del Dios” (Lc, 1,30-35).
Al aceptar la Virgen María la voluntad de Dios Altísimo, que la había predestinado para ser Madre del Verbo, en un arrobo de espíritu suspiró con el corazón derretido en amor: He aquí la Esclava del Señor. Hágase en mi según tu palabra” (Lc 1,37).
Esclava de verdad. ¿y no vendría siendo de tiempos atrás voluntaria esclava de aquella mujer bienaventurada, para ella desconocida, pero de cierto tenía que existir como Madre del Mesías? Ella de oración y contemplación impar entre todos los descendientes de Adán, versada en las Sagradas Escrituras, de deseos incontenibles de hacer siempre lo mejor en el servicio del Señor, ¿no habría llegado en su intención a servir como esclava a aquella hija de Adán, elegida por Dios para ser la Madre del Mesías?
La piedad cristiana lo ha incluido en la perfección única de la Virgen. Así San Juan de Ávila pone en labios de María estas palabras: “Concédeme, Señor, que yo sea esclava de aquella doncella, que os ha de concebir y parir y quedar siempre virgen; que más estimo ser su criada y esclava que ser señora de todo el mundo” (Obras completas, nn.1049-1053).
En María la esclavitud broto de un amor que desbordó de su corazón virginal. Toda por entero del Todopoderoso y de su Hijo Jesús, Esclavitud de amor que se convierte en verdadera libertad. Quiso libremente ser esclava.
EL ADMINISTRADOR FIEL
Esclavo de amor San José. La dignidad del santo patriarca y las virtudes con que el Altísimo se complació en enriquecerlo, tiene como fundamento el contrato esponsalicio con María, “de la cual nació Jesús, llamado Cristo” (Mt, 1,16); acontecimiento previsto por Dios desde la eternidad.
José era esposo de María con el dominio que daban al varón los esponsales celebrados en la Ley mosaica. Y el mismo Dios se digno a dar a José la prerrogativa espiritual de padre, para que fungiera el oficio de tal en aquella familia “divinamente formada” y contribuyera con su actuación a que se realizara el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios en un hogar patriarcal, nimbado de impecable honestidad. Y el Hijo del Altísimo, concebido y nacido en los castísimos esponsales de José y con María, pasó por hijo de José sin serlo: “¿No es este-se preguntaban las gentes- el hijo del carpintero?” (Mt.13,55); y así realizó la redención del mundo con tierno frescor, aun en lo humano, de cándida azucena: “Yo soy la flor del campo y el lirio de los valles” (Can. 2-1).
Asociado San José al misterio salvífico de los hombres, por ser esposo de la Madre del Redentor, participó también de los sufrimientos del Siervo de Yahvé.
Los evangelistas nos relatan los dolores y sufrimientos que compartió con su esposa la Virgen María durante la vida de Jesús en este mundo. San Mateo describe la angustiosa situación del Santo Patriarca, cuando comprobó una realidad para él inconcebible: su esposa era madre sin saber él como pudo haber acontecido. No podía dudar de la santidad de la misma. De hecho, el Ángel Gabriel la proclamo la Llena-de-gracia. A él la Sagrada Escritura lo llama justo. Como tal no puede difamar a una santa. Reverencia, si, los designios de Dios que él no alcanza, y mientras resuelve lo que puede y debe hacer, un dolor y angustia finos y penetrantes desgarran su corazón. Al fin, resuelve como mayor bien, “repudiar a su esposa”, otros traducen ‘abandonarla’ en secreto” (Mt.1,19).
Hoy se defiende una opinión, que ennoblece el dolor del justo José. El santo Esposo de María, no sólo pudo comprobar por sus ojos que su esposa era madre, sino que ella misma, ligada con voto de virginidad (y el mismo voto se admite en San José) le manifestó con toda confianza la maravilla que el Todopoderoso había obrado en ella, al realizarse en sus purísimas entrañas el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Sabedor de lo que le descubrió su Santísima Esposa, quedó como anonadado y sobrecogido de temor reverencial, pensando que el Hijo de Dios estaba bajo sus órdenes en su casita de Nazaret. Se consideraba indigno de que su humilde hogar fuera la morada de aquel a quien no abarcan ni el cielo ni la tierra (Cf. P. José A. San José y su misión ‘Valladolid, 1966’ pp. 113-130).
Más, ¿Quién es capaz de investigar los caminos de Dios? Un Ángel, ¡Oráculo del Señor!, se le aparece en sueños y le soluciona su angustiosa tribulación: “José, hijo de David—le dice el ángel--, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tu le pondrás por nombre Jesús” (Mt. 1,21). Tú, el administrador de tu casa.
Descorrido el velo del misterio e iluminado el camino que Dios le había trazado, ¡con qué fidelidad y reverencia, con qué diligencia y amor no habría de servir en condición de esclavo a su Esposa y al Hijo de Dios, que de ella nació sin paternidad humana, sino por obra del Espíritu Santo!
Y es también San Juan de Ávila quien reconoce la esclavitud mariana de San José, cuando escribe: “¡Cuán rico, cuán gozoso estaba el santo varón ‘José’ con verse diputado para servir a tal Hijo y a tal Madre… ¡Y cuando consideraba que María era Madre de Dios, agotaba el juicio, salía de sí con admiración…, y daba alabanzas a Dios, que lo había tomado por marido de la Virgen, y ofrecía sele por esclavo!” (Oc. P.1173).
TESTIGO DE NUESTROS DIAS
Juan Pablo II en el discurso mariano de Zaragoza (6-11-52) ha apuntado la razón teológica de esta admirable devoción, cuando proclamó que “San Ildefonso de Toledo, el más antiguo testigo de esta forma de devoción que se llama esclavitud mariana, justifica nuestra actitud de esclavos de María por la singular relación que Ella tiene con respecto a Cristo” (Oc. p. 178,4).
Y lo ha repetido de manera emocionante el 19 de julio de este año en Jasna Gora (Polonia): Finalmente, oh Madre de Jasna Gora, he venido aquí para decirte una vez más: “Totus tuus”. ¡Soy oh Madre, todo tuyo, y todo lo mío es tuyo!
“Oh Madre: He sido llamado a servir a la Iglesia universal en la Sede romana de San Pedro. Pensando en este servicio universal, repito constantemente “Totus Tuus”. Deseo ser siervo de todos. Al mismo tiempo, soy hijo de esta tierra y de esta nación.
“¡Madre, todo lo mío es tuyo!
“¡Madre, todo lo mío es tuyo!
“¿Qué más puedo decirte? ¿Cómo confiarte aún de otra manera esta tierra, esta gente, este patrimonio?
“Totus Tuus”.
“No añado más” (L’Osservatore Romano, 3-7-83, p.9).
En cuanto al entrañable “Totus Tuus”, se encuentra en una obra atribuida a San Buenaventura, pero que más bien parece ser un discípulo suyo: “Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt, oh Virgo gloriosa”: Yo soy todo tuyo, y todo lo mío es tuyo, oh Virgen gloriosa.
Se desprende que los Santos, los seres humanos más perfectos, han participado de este espíritu de amorosa esclavitud para con Dios y para con la Virgen María. Y Juan Pablo II ha reafirmado la razón teológica: “por la singular relación que Ella tiene con respecto a Cristo”.
No obstante, la manifestación de este espíritu esclavista en hermandad
Hizo su aparición en el siglo XVI en el convento de la Concepción de Alcalá de Henares con la fundación de la Cofradía de la Esclavitud Mariana por la sierva de Dios Sor Inés de San Pablo y aprobada en la Iglesia por competente autoridad el 2 de agosto de 1595. Y fue el origen de otras similares esclavitudes, que se iniciaron al poco tiempo.
3
HIJA DE ORDEN MARIANA ESCLAVISTA
Sor Inés profesó la Regla de la Orden de la Concepción Francisca, como se llamaba desde sus principios, fundada en Toledo por Santa Beatriz de Silva en el siglo XV. La Santa en su empeño fundacional “fue mucho ayudada en obras y consejos” por insignes prelados, como se dice del Padre Juan de Tolosa, Vicario provincial de Castilla (Vida I, c.8), y del Padre García de Quijada, obispo de Guadix, “con quien la sierva de Dios comunicaba los sentimientos de su alma y por cuya prudencia y religión se gobernaba en las cosas arduas” (Agustín de Herrera, S.J., VidaI, c.6).
Fue generosa protectora la reina Doña Isabel la católica, quien “mostraba gran afición a esta señora no tanto por ser parienta, cuanto por su santidad”; y graciosamente le dono los Palacios de Galiana con la capilla de Santa Fe, cerca de Zocodover “para que edificase allí su monasterio y comenzase su Orden” (Vida I, cc.4y5).
Las dos egregias Damas, Beatriz e Isabel, solicitaron del Papa la aprobación de la nueva Orden. En bula fundacional Inter universa se rescribe que Beatriz y la Reina Isabel habían pedido al Papa la aprobación de “un monasterio de alguna Orden aprobada en honor de la Concepción, en la cual la misma Beatriz y otras devotas mujeres compañeras suyas vivieran bajo obediencia reglar y se consagraran en generoso servicio al Altísimo y a la Virgen Santa María” (Inocencio VIII, 30-4-1489).
En la consolidación de la nueva Orden y en el perfeccionamiento de sus leyes intervinieron, más tarde, los eminentes purpurados franciscanos Fr. Francisco Giménez de Cisneros y Fr. Francisco de los Ángeles Quiñones.
La Orden vino a la vida arropada jurídicamente con el manto de las “Instituciones de la Orden cisterciense; luego, bajo la regla de Santa Clara, hasta que, finalmente, el año 1511 consiguió del Papa Julio II Regla propia” (Pablo VI, “Preclara Ordinis Inmaculate”, 3-10-1976. Bula de la canonización).
EN GENEROSO SERVICIO
El verbo latino “famulari” con que expresa la bula fundacional el servicio que iba a prestar en la Iglesia la nueva Orden, conlleva la condición de siervo o esclavo, no de esclavitud forzada, sino aceptada con voluntad plena y decidida de entregarse por entero al servicio del Soberano Señor del universo y con El a la que es Madre de su Único Hijo, Jesucristo.
El espíritu primigenio expresado por el verbo “famulari” o “generoso servicio al Altísimo y a la Virgen Santa María” de la bula fundacional, ha quedado plasmado en la Regla propia de 1511 aprobada por Julio II (Ad statum prosperum”, 17-10-1511).
PRESCRIPCIONES DE LA REGLA
Se transcriben las más destacadas, tan solo.
Vestir el hábito de la Orden es “despasarse con Jesucristo Nuestro Redentor, a honra de la Inmaculada Concepción de su Madre” (c,1).
“El ingreso en esta Orden supone una oblación personal que se ofrece a nuestro Redentor y a su gloriosa Madre, entregándose a él como hostia viva en cuerpo y alma” (c. 2).
En la profesión se promete: “Yo…, por amor y en servicio de nuestro Señor y de la Inmaculada Concepción de su Madre, ofrezco y prometo a Dios” etc. (c.2).
“La túnica y el hábito con el escapulario sean de color blanco, para que la blancura exterior de este vestido dé testimonio de la pureza virginal del alma y del cuerpo; el manto sea…de color Jacinto por su significado místico…La cuerda o cordón será de cáñamo, al modo de los Frailes menores” (c. 3)
“Llevaran en el manto y en el escapulario la imagen de nuestra Señora, rodeada de rayos y con la cabeza rodeada de estrellas… Esta imagen recordará a quienes profesan esta santa religión que deben llevar entronizada en sus corazones a la Madre de Dios, como ejemplar de vida, imitando su conducta inocentísima y siguiendo la humildad y el desprecio del mundo, que ella practicó mientras vivió en este siglo” (c, 3).
Contrato esponsalicio. ---Repetidas veces en el Antiguo Testamento emplean los profetas la imagen del matrimonio para expresa el amor que Yahvé tenía a su pueblo escogido. Era una alianza sellada: “Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios”, repite el profeta Jeremías (30,22), aludiendo al pacto del Deuteronomio (29,12).
¡Y la alianza fue quebrantada por el pueblo en tantas ocasiones! No obstante, el Señor mantenía firme el amor pactado. Ni por las infidelidades ni por las idolatrías retiro su amor, sino que por reconvenciones y por amenazas y por castigos infligidos trató de reconquistar a su pueblo al amor despreciado.
Símil del amor de Dios al alma consagrada a su servicio. Hay un pacto bilateral. El Señor nunca quebrantará la palabra dada, como nunca lo quebranto con su pueblo elegido. Amaba a su pueblo aún en el desamor de su pueblo ingrato.
Las siguientes palabras del profeta Oseas son una exhortación a la fidelidad que la religiosa ha prometido en su profesión: “Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y en compasión, te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahvé” (Os. 2,21-22).
Oblación consagración. ---Es un sacrificio consagrado a Dios. A Dios sólo se le puede sacrificar lo bueno, lo puro, lo santo. En la Antigua Ley se ofrecían a Dios en sacrificio los frutos de la tierra y animales puros, que preludiaban el sacrificio de la Nueva Ley: el de Jesucristo en el Ara de la Cruz: “Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo, pues de mí está escrito en el volumen del Libro, para hacer ¡Oh Dios! tu voluntad” (Heb. 10,7). Misterio de muerte y de vida. Muriendo Cristo en la Cruz por los pecados, nos dio nueva vida: la vida de la gracia, que nos eleva a participar de la “naturaleza divina”.
Por la Pasión y Sacrificio de Cristo y por la Compasión sacrificial de su Madre Purísima al pie de la Cruz, la profesión religiosa alcanza la razón o condición de culto Lateútrico.
Según el texto reglar, la profesión es una inmolación que se ofrece al Redentor y a su gloriosa Madre. Redentor y Redimida. La Virgen María, la redimida del modo más perfecto, al ser preservada del pecado original por los méritos previstos de la muerte de su Hijo. La religiosa se ofrece, y la Iglesia por su ministerio la consagra a Dios como cosa santa. La profesión religiosa vivida en plenitud lleva a dar muerte a todo pecado y a vivir una vida configurada con Cristo. Así, purificada de la escoria del pecado, quedará lo puro y excelente de la oblación: la encendida caridad, centrada en Jesús y María.
Como hostia viva. ---San Pablo ruega al pueblo de Dios en Roma a que “ofrezcáis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, grata a Dios; esté es vuestro culto racional. No os conforméis con este siglo” (Rom. 12, 1-2).
No se trata de una ofrenda externa a la persona, como esran los sacrificios de la Ley Antigua por puros y limpios que fueran. El sacrificio de la profesión religiosa toca a lo más vivo del propio ser. El modelo último es el Redentor, que se ofreció a Sí mismo como victima de agradable olor: fue su propio cuerpo, fue su Corazón divino que, en un alarde de amor, sufrieron la muerte pasajera para dar al hombre pecador la vida eterna.
Por tanto, el alma consagrada se compromete a hacer la guerra y crucificar sus vicios y concupiscencias, rodeándose de sana mortificación con el fin de reproducir en sí misma la vida y la virtud de Cristo. No se puede, por el compromiso adquirido, “conformarse a este siglo”. Desasida y limpia de los deseos de este siglo, será la victima viviente ofrecida en el santuario y dispuesta siempre “ha hacer, oh Dios, tu voluntad”.
Jesús se inmoló de una vez para siempre, y de este sacrificio que perdura, se hace partícipe el alma consagrada.
En Cuerpo y alma. ---La consagración a Dios a de abarcar todo el ser: el cuerpo con sus sentidos y el alma con sus potencias. En el salmo 118 podemos espigar pensamientos esclarecedores:
“Aparta mis ojos de ver vanidades” (57).
“NO quites de mi boca la palabra de verdad” (43).
“Tu palabra es antorcha para mis pies, luz para mi sendero” (105).
Que los ojos disfruten en contemplar la hermosura de Dios, que ha derramado en las criaturas; que los oídos escuchen atentos las palabras que pregonan las maravillas de Dios; que los pies y las manos no se cansen de ofrecer a Dios los servicios que han de prestarle en acatamiento a la ley del trabajo; que la lengua no cese de cantar la Gloria de Dios.
Los sentidos purificados de todo resabio de pecado, pueden llegar a mirar la creación estera con aquella sencillez y gozo con que la miraba San Francisco de Asís. Considerando a las cosas, limpias como limpias habían salido de las limpias manos de Dios, se confesó hermano suyo. De esa íntima hermandad brotaron las admirables estrofas del Cántico inmortal del “Hermano Sol” o de las criaturas. Y, al loar a la hermana tierra, loa a Dios “por la hermana madre tierra, que nos sustenta y produce coloridas flores” (“Cántico del Hermano Sol”).
A tanto había llegado la purificación de los sentidos en Fray Francisco.
Los sentidos son gobernados por el alma. Si noble es la consagración de los sentidos, más noble es la consagración del alma con sus potencias.
“Bendice, alma mía al Señor, y no olvides sus muchos beneficios” (Sal.103,2).
“Cuántas son tus obras, Señor, y todas las has hecho con sabiduría” (Sal.104,24).
“Cantaré al Señor mientras viva, tocaré para nuestro Dios, mientras exista (33)
Si la memoria ha de recordar incesantemente los beneficios del Señor, el entendimiento, ansioso de encontrar la verdad, ha de dedicarse a la búsqueda de esa verdad, y siempre con la iluminación de la fe. La verdad encontrada arrastrará a amar el bien, o dígase, a Dios que es la verdad infinita y el sumo bien. Se ha hecho lapidaria la expresión tantas veces repetida de San Agustín en las confesiones: “Oh hermosura de Dios, siempre antigua y siempre nueva ¡qué tarde te conocí y qué tarde te amé!”. Y en consonancia, el gemido amoroso de San Francisco de Asís: “¡El amor no es amado! ¡El amor no es amado!”.
Todo esto pide una ascesis constante y de compromiso diario: “Esta ascensión hacia Dios no es… el solo ímpetu de los seres dotados de razón que le conocen como su Creador y le adoran como Ser infinito, que trasciende sin medida todo lo que existe de grande, de verdadero, de bello y de bueno… Es más que la elevación de la vida cristiana ordinaria…, es un camino que conduce a Dios; es Dios quien constituye su principio y su fin, quien sostiene sus fervores y llena la vida completamente” (La vida contemplativa. De S.S. Pio XII. Ecclesia p.693).
Para imitar a María. ---Quien conoce a la Virgen María puede tratar de imitarla conforme al conocimiento que de ella tiene. Quien la ama ansiara conocerla mejor par más amarla. Conocemos los arroyos para llegar a la fuente. Tenemos hoy el capítulo VIII de la Lumen Gentium (Constitución sobre la Iglesia) del Concilio Vaticano II, capitulo, que, siendo doctrinal, es himno a la excelsa figura de la Madre de Dios (LG, 52-69). El Concilio a su vez ha bebido en las aguas purísimas del Evangelio y Tradición Divina, de las enseñanzas de los Santos Padres y de los Papas y de lo que va descubriendo la Mariología. Y… por lo que el alma creyente y fervorosa va aprendiendo en la oración personal a los pies de su Madre celestial.
Se lee en la célebre escritora de ámbito mundial, Sor María de Jesús de Ágreda, que cierto día dijo Jesús a su Madre: “Estad conmigo siempre que imitéis y copiéis respetivamente mis obras; porque en vos quiero que se ejecute y estampe la alta perfección que he deseado para las almas” (Mística ciudad de Dios. II parte, n.693).
En la escuela de perfección de María, nacerá en el alma el ardor de revestirse y apropiarse de manera progresiva las virtudes con que el Señor se dignó enriquecer el alma purísima de la Virgen Madre y que ella fue aumentando con incomprensible correspondencia a la gracia.
La saludamos como Trono de la Sabiduría.
INTERPRETACION INMACULISTA
En la traducción española de la Regla, de los primeros años, a las palabras su gloriosa Madre (c. 2) han puesto “y Reina de los Ángeles”. Como también a las palabras Nuestra Señora rodeada de rayos (c. 3) han puesto “y con su Hijo en brazos”1. Indudablemente que es fruto del amor al misterio de la Inmaculada Concepción de María. La mujer y su descendiente, inseparables, que habían de triturar la cabeza de la serpiente, figura de Satanás (Gn, 3,15). Doctrina definida más tarde por Pio IX (“Ineffabilis Deus”, 8-12-1854).
Cuanto a las prerrogativas o atributos de María como Reina y Madre, de la Esclavitud Mariana se dirige a ella como Reina, mientras que la Verdadera Devoción--- que es también consagración--- va dirigida como a Madre.
La Virgen María tiene, como sabemos, multitud de atributos teológicos, se arrancan o se fundan en su dignidad inconmensurable de ser Madre de Dios. Por eso y para eso fue concebida sin la mancha del pecado original y enriquecida de manera singular con los dones del Espíritu Santo, y es acabado modelo de santidad para todos, con referencia siempre a su Divino Hijo, Jesús.
Nota.1. Así también en la traducción española, al final de la formula de la profesión (c.2), la recién profesa añadía “Y en cuanto a mí tocare, hago voto de defender el misterio de la Limpia Concepción de Nuestra Señora”. Ha de tenerse en cuenta que eran esos años los tiempos heroicos en defensa del misterio de la Inmaculada Concepción. Y en estos tiempos nacía la Orden fundada por Santa Beatriz de Silva en honor de este Misterio.
ESCLAVO. HIJO
Por lo que mira a los títulos de Reina y de Madre, el título de Reina dice autoridad, dice majestad, dice señorío; el título de Madre dice ternura, dice afabilidad, dice familiaridad.
En verdad, la condición humana de esclavitud y de filiación es bien diferente. Sin embargo, a la luz de la revelación y en el plano teológico con relación a la Madre de Dios, apenas se distinguen en el fondo. Quien se confiesa esclavo de María lo hace por puro amor, que nace del concepto claro que tiene del Creador y de la criatura y de la Bondad y de la Misericordia de Dios. Cuanto de bueno posee la criatura es don de Dios, “pues él nos dio primero”; al reconocer y profundizar en este conocimiento, germina la resolución e ímpetu de entregarse totalmente a su Creador y Redentor, sin excluir a la que es Madre de Dios y Reina del universo. Rendimiento de amor, voluntaria esclavitud que libera de las amarras del pecado y da la verdadera libertad de los hijos de Dios: Esclavitud Mariana.
En la verdadera devoción se mira a María como Madre. Pero también el hijo a recibido de sus padres, después de Dios, la existencia y otros valores. Hay dependencia por parte del hijo. Desaparece, si, el temor servil y predomina el amor. En este servicio de amor a María se fusiona el amor del que se llama esclavo y de quien se llama hijo.
Se podrían hacer múltiples citas de los mejores tratadistas en los que se exponen los argumentos para probar el aserto de la identidad de una y otra forma de devoción mariana. (Dada la intencionalidad de este trabajo, me limito a recomendar a las almas que desean iniciarse en esta devoción el libro del P. Antonio Royo Marín, OP. La virgen María `BAC 1968’ Obras más completas, el P. Royo las cita).
El Concilio Vaticano II viene como a condensar el fundamento de toda devoción a María en estas palabras: “Todo el influjo salvífico de la Santísima Virgen sobre los hombres no dimana de una necesidad ineludible, sino del divino beneplácito y de la superabundancia de los meritos; se apoya en la mediación de este, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder. Y lejos de impedir la inmediata unión con Cristo, la fomenta” (LG, 60).
4
FUNDADORA DE LA ESCLAVITUD MARIANA
La sierva de Dios encontró la fórmula en la Regla de su Orden.
Para ser alma esclavista le bastó enamorarse de la Regla y saturarse de espíritu mariano. Bella y acertadamente han sabido exponerlo, posteriormente a ella, algunas hermanas de hábito, como la Madre María de Jesús de Ágreda (+ 1665) y la Madre Ángeles Sorazu (+1921).
Sor Inés mantuvo su devoción de niña a la Asunción de la Virgen. En el convento de Alcalá se veneraba, y se venera, una imagen de Nuestra Señora de la Asunción. Ante esta pasaba la sierva de Dios horas y horas en íntima y fructuosa oración sin mermar por eso en nada el tiempo dedicado a trabajos manuales, necesarios y útiles a la comunidad. La oración y la acción iban entrelazadas en admirable armonía.
La Regla se lo enseñaba: “Consideren atentamente las hermanas que, sobre todas las cosas, deben desear tener el espíritu del Señor y su santa operación, con pureza de corazón y oración devota” (c, 10). Y de la oración que produce compromiso personal, proviene que del trabajo se haga oración: “Las hermanas trabajaran fiel y devotamente durante las horas señaladas, desterrando la ociosidad, enemiga del alma” (c. 12).
En el contacto íntimo con Dios en la oración de cada día y a la escucha atente en la escuela espiritual de María, maestra perfectísima de oración, se le fue grabando a la sierva de Dios el concepto sobrenatural del compromiso sellado el día de su profesión, y con fidelidad inquebrantable día tras día alcanzó “lo muy fino de la contemplación y trato amoroso con Dio”, como afirmara, poco después de su muerte, Fray Juan de los Ángeles.
RETRATO MORAL POR EL PADRE ANGELES
“En el muy religioso convento de Santa Úrsula (titular de la iglesia), de Alcalá de Henares, que es de la Limpísima Concepción de la Reina de los Ángeles María, de la Orden de nuestro Seráfico Padre San Francisco, una religiosa, cuya alma descansa en paz, llamada Inés de San Pablo, imitadora de la pequeña Inés, virgen y mártir, recogida y consagrada a Dios, desde su tierna edad, apenas de diez años, en el dicho convento, con tanto aprovechamiento espiritual, que a todas era ejemplo de virtud y estimulo para más perfectamente servir a Dios; deseando en su vida agradar y servir mucho a la Santísima Virgen, cuya singular devota fue siempre, tuvo un vehemente impulso dentro de su corazón que la llevaba, como con fuerza de rapto, a hacer una Cofradía y Hermandad de las religiosas del dicho convento, y de otras personas recogidas y de espíritu en honra de esa misma Señora y Madre de Dios”,(“Libro de la Cofradía” f. 5v).
Tales son los rasgos que de ella trazara su primer y autorizado biógrafo.
¿Cuántos años estuvo madurando el propósito de formar la Hermandad esclavista? La fruta necesita tiempo para madurar. Los proyectos de rango espiritual perdurables, también.
Toda su vida fue “singular devota” de la Virgen. A partir de su profesión religiosa, se le acrecentó la devoción y llegó a destacar sobre las demás. Entre la vestición de hábito en 1575 y la aprobación de la Cofradía en 1595 median veinte años. Años de intensos ejercicios y tanteos, de paciencia y de lucha, y los últimos de justa victoria.
Hubo de manifestar a otras religiosas sus deseos: su propósito. Por lo menos a su doblemente hermana, por nacimiento y por religión, Sor María de la Cruz.
No a todas les cayó bien el proyecto de la nueva Cofradía, ni lo secundaron. Es más: hasta tuvo que sufrir contradicciones. ¿Quién la sostuvo en la empresa? ¿Ella sola, con la confianza puesta en su Abogada la Virgen? No suele ser esa la norma de la Divina Providencia.
El Padre Lope Páez, se inscribió como esclavo con mucha probabilidad en vida de Sor Inés de San Pablo, pues escribe de su propia letra en el libro-registro, que es continuación del Libro de la Cofradía, rehecho en 1608, lo siguiente: “En el libro antiguo firmé mi esclavitud dichosa y, porque no lo hallo escrito en este (1608), ahora para toda mi vida y articulo de la muerte me confieso por esclavo suyo… en 8 de febrero de 1615”. Firma rubricada (f. 43v).
Si no el Padre Lope Páez, pues no consta, ¿no habría en el convento de San Francisco de Alcalá algún religioso que alentara a Sor Inés en las dificultades que surgían y la ayudara a orillar los estorbos que se ponían en el camino emprendido? No parece suposición desacertada.
INCOMPRENDIDA
No todas las religiosas descubrieron el “tan gran bien” y el “tesoro” que se ocultaba en la nueva forma de devoción. No tenían la suficiente luz para apreciar el valor de la Cofradía de la Esclavitud de amor a la Madre de Dios. Ni lo calla el Padre Ángeles, aunque no se detenga en detalles, como lo demuestra el siguiente apartado:
“y queriéndolo poner en ejecución, tubo algunas contradicciones, que venció con paciencia, con seso y perseverancia. Y aunque no luego vinieron en ello las religiosas todas, por parecerles novedad, algunas pocas se le juntaron, y comenzaron a ejercitarse en obras y ejercicios muy del gusto de su Abogada y Señora, y a dar modo y forma a su Hermandad, de manera que se procediese en ella concertadamente;
y habida licencia del Superior, la santa religiosa con las pocas que le seguían hicieron algunas Ordenaciones llenas de piedad y devoción, con que la comunidad toda se animó y de común consentimiento vivieron algunos años, sirviendo a titulo de esclavas a la Santísima Virgen” (f.6v).
Lo escrito por el Padre Ángeles revela que no fue todo llano hasta llegar a la formación de la Cofradía. Tuvo la sierva de Dios no sólo oposición, sino contradicciones, que el piadoso religioso no detalla, antes bien disimula y tapa con la hermosa capa de la caridad. Para la mayoría de las religiosas era una novedad, que venía como a romper la uniformidad de la vida comunitaria. Tenían la consagración de la profesión religiosa. Profesaban una forma eclesial de vida contemplativa. ¿Para qué, por tanto, innovar nada?
Para otras, más que oposición fue contradicción. Ni es contra razón que en almas que no están totalmente desprendidas de afectos del siglo ---“No os conforméis con este siglo” (Rom. 12,2) --- se agazapara so capa de virtud la insidiosa y resentida celotipia, encargada de encizañar la pacifica serenidad en el mundillo del claustro.
En este transitorio ambiente de incomprensión unas pocas abrazaron con cariño el propósito y se unieron al ideal de Sor Inés. Consuelo para esta y no pequeño y rayo de esperanza. Las “pocas”, que sentían cordialmente la nueva devoción, empezaron a dar forma a su Hermandad y a practicar los ejercicios concertadamente y se trazaron unas normas provisionales.
La “novedad” se hizo llegar a conocimiento de la autoridad competente eclesiástica, que examino el espíritu, la finalidad y la riqueza espiritual de la nueva Cofradía. “Y habida licencia del Superior, la santa religiosa con las pocas que le seguían hicieron algunas Ordenaciones; llenas de piedad y devoción, con que la comunidad toda se animó. Y de común consentimiento vivieron algunos años, sirviendo con título de esclavas a la Santísima Virgen”.
LA GRACIA TRIUNFÓ
La vida tan ordenada de “las pocas” religiosas que observaban hasta el detalle las prescripciones de la Regla y el horario comunitario; la atención humilde y sencilla con que trataban a los demás, la constancia firme e inalterable de Sor Inés y, sobre todo, el imán de atracción que ejerce en las almas la Inmaculada Madre de Dios, consiguieron, al fin, que la comunidad entera fuera el tronco y el fruto de la primera Esclavitud Mariana.
Siglos más tarde Pablo VI en la homilía de la canonización de Santa Beatriz de Silva avivó la atención de los oyentes, al llegar al final, con esta llamada expectante: “Santa Beatriz de Silva quiere deciros todavía una última palabra esta mañana. Esta palabra es el nombre de María y más concretamente el de María Inmaculada. La blanca limpieza de la Virgen fue el ideal de su vida… No pocos siglos antes de la proclamación del dogma, y mientras todavía hervían las discusiones teológicas, la Inmaculada Concepción se manifestaba como fuerza viva en la historia de la salvación y en la vida de la Iglesia, suscitando una Orden contemplativa que se inspiraba en el nuevo fulgor de al “Toda Pura” y recibía de ella energías para una más generosa consagración a Cristo” (3-10-76).
Triunfó la gracia, triunfo el atractivo de la “Toda Pura” entre todas las mujeres.
Al ver aprobadas las primeras Ordenaciones y Estatutos de la Cofradía Saltaron de gozo y de satisfacción Sor Inés y todas sus hermanas de Religión y se afanaron por celebrar con mayor solemnidad el acontecimiento.
En las mismas Ordenaciones quedaba determinado como habían de celebrar las fiestas de la Virgen y en particular, la de la Asunción, Patrona escogida para la nueva Hermandad: Misa solemne según las rúbricas de la época, con el oportuno sermón; procesión claustral con velas encendidas en las manos, cánticos fervorosos en loor de María que majestuosa y maternalmente presidia en su Imagen la manifestación rebosante de cálido amor.
No sería menos lo que hicieran las religiosas en acción de gracias por el don obtenido por mediación de la Virgen y confirmado por la Iglesia.
FECHA DE LA FUNDACIÓN
El libro de la Cofradía se intitula así: Libro de la Cofradía de / las Esclavas de la Madre de Dios fundada en el religiosísimo / convento de Santa Úrsula de la villa de Alcalá de Henares, a dos / días del mes de agosto / año del Señor de mil quinientos noventa y cinco. ---Para honra y gloria de / Dios y de su Purísima Madre.
LAS PRIMERAS ESCLAVAS EN HERMANDAD
Fueron las religiosas Concepcionistas de Alcalá de Henares. La nueva “forma de devoción que se llama esclavitud mariana” (Juan Pablo II) se implantó en este convento por iniciativa carismática de la venerable Sor Inés de San Pablo, secundada tras de verdaderas pruebas, por sus hermanas de Religión, viniendo a ser la comunidad el primer jardín de la Esclavitud de amor Mariana, a la que dieron su nombre otras personas de probado espíritu.
Los nombres de las religiosas están escritos en el Libro-registro actual, folio 15.
Entre ellas, naturalmente, Sor Inés de San Pablo y su hermana, Sor María de la Cruz.
VALORACIÓN ESPIRITUAL DE SOR INÉS
El juicio que de ella hace el Padre Ángeles no puede ser más favorable ni encomiástico.
La califica de recogida y consagrada a Dios desde su más tierna edad.
La llama “santa religiosa, que está en el cielo”.
La reconoce “como ejemplo de virtud para todas”.
La ve dotada de gracias carismáticas: “tuvo un vehemente impulso… que la llevaba, como en fuerza de rapto, a hacer una Cofradía”.
Alaba su caridad que la apremio a que participaran del “gran bien” de la Cofradía tanto religiosas como otras personas piadosas.
Fue probada en el crisol de la incomprensión y de la angustia por las “contradicciones” que tuvo que vencer.
Valora su prudencia, al decir que fue venciendo las dificultades “con paciencia, con seso y perseverancia”.
Declara que las Ordenaciones están “llenas de piedad y devoción”.
Las Ordenaciones fueron tales que merecieron la aprobación de la Iglesia. Y la Cofradía fue indulgenciada por Clemente XII (Breve,13-11-1730).
Se puede contornear la figura de santidad de la sierva de Dios con lo
que escribe el Padre Ángeles, al final de la remodelación que hizo de las
Ordenaciones en 1608: “Muchas otras Ordenaciones se podrían añadir a estas
pocas, pero no he querido por el
respecto que tengo a la fundadora que, parece haber hablado más por el Espíritu
de Dios que por sabiduría humana; por esto y con la misma consideración apenas he
tocado en las palabras, porque me ha agradado mucho la llaneza y sencillez de
ellas, argumento grande de la santidad
de quien las ordenó” (ff. 9v-10).