María de Jesús Tomelín. El Lirio de Puebla ( 1579 - 1637)

 

EL Monasterio de la Concepción de Puebla de los Ángeles –población así llamada en honor de Santa María de los Ángeles- iba a alcanzar una celebridad especial en el s. XVII como jardín privilegiado en que florecería y moriría en olor de santidad la Venerable. Sor Ma. de Jesús de Tomelín. Hija de Sebastián de Tomelín, hidalgo vallisoletano, y de la noble mexicana doña Francisca del Campo, nacida el 21 de febrero de 1579, tuvo que superar una tenaz oposición de su padre, el cual estuvo incluso a punto de atravesarla con un puñal antes de dejarla ingresar en el monasterio. La joven, una vez dentro y después de completado el año de Noviciado, pronunció  sus votos religiosos en la fiesta de san Pascual Bailón, el 17 de mayo de 1599.  

Sor María de Jesús rica en carismas prodigiosos y en fenómenos extraordinarios, fue objeto frecuente de interpretaciones torcidas y víctima de la incomprensión de algunas de sus hermanas, que la trataron de visionaria y embustera; pero precisamente en medio de estas dificultades había de brillar sobre su profundo a y sincera humildad, su caridad indefectible, su alegría a toda prueba y su inagotable paciencia. Murió el 11 de junio de 1637.

A raíz de su bienaventurado tránsito, quiso ya iniciar el proceso de su beatificación el venerable Obispo de Puebla don Juan de Palafox y Mendoza, y a tal objeto se llevó consigo a España, al ser trasladado a la sede de Osma, una documentación copiosa; pero en realidad fueron sus sucesores en la Sede de Puebla, comenzando por don Diego Osorio de Escobar y don Manuel Fernández de Santa Cruz, quienes recogieron una y otra vez las informaciones necesarias y obtuvieron sucesivamente el decreto de la santa Sede, del 1 de diciembre de 1735, por el que se aprobaba la introducción de la Causa en Roma, y el de 21 junio 1785, por el que Su Santidad Pío VI decidía “que las virtudes de la Venerable Sierva de Dios Sor María de Jesús quedaban de tal modo aprobadas que podía procederse ya a todo lo restante de su causa, dando principio al examen de los tres milagros”; si bien luego iba a quedar interrumpido por la adversidad de las circunstancias. (Ignacio Omaechevarría, ofm)